Por aquello de la solidaridad –de años – acudo al expediente de la carta abierta, que es un desahogo público sin destino específico, (al que le caiga…). Básicamente se le señala de la manera más cordial y delicada al autor del video que es un, digo que se puede ir a, digo que tiene, digo que se pifió...
Porque que yo sepa, no son los padres los que le ponen una foto en línea y traje de Adán o Eva a un escritor invisible al otro lado de la línea solo porque se los solicitó con palabras bonitas. No son ellos los que transmiten en vivo y en directo cada instante de su vida y revelan sus secretos íntimos a través de un medio con 6000 millones de usuarios potenciales, lo que viene a ser un manjar para cualquier delincuente desprogramado, de esos que con unos pocos datos montan su operativo de tumbar incautos.
No recuerdo haber visto madres y abuelas entre ese grupo de modelos que dejaron sus pertenencias en manos de un grupo de tipos que habían visto por primera vez, y que no han vuelto a ver, porque se esfumaron con todo el material que les confiaron. Tampoco eran del siglo pasado las niñas –y esas si eran niñas – que cayeron en la trampa de un video viral cuando un conocido en línea y desconocido en persona les puso una cita, donde la sorpresa era que sus padres las estaban esperando.
A menos que hayan sido absolutamente precoces, no tienen hijos ni mucho menos nietos quienes se creen el cuento de algún encantador de futbolistas y terminan alojado en algún rincón de mala muerte en Argentina, esperando una oportunidad que jamás llegará para mostrar su talento con el balón. Claro que, justo es reconocerlo, en ese caso la credibilidad necesita del patrocinio de un adulto, cuando no de su apoyo entusiasta.
A mi poco popular productor de videos sobre falsificación de moneda lo invito a poner un mensaje poco claro con la palabra gratis a ver quién llama más, padres, abuelos o hijos. A ofrecer en las calles oportunidades maravillosamente sospechosas y verificar la edad de quienes no desconfían. Verá que la mayoría son futuros usuarios de cédula o por lo menos aún andan con su primera contraseña.
Reivindico el respeto que merecemos los adultos y viejos a que no nos traten de ingenuos. A nosotros no nos estafan tan fácil porque…ya nos estafaron. Decía el maestro José A Morales, “Yo también tuve 20 años”. No es lo que sabemos, es lo que ya nos pasó.