miércoles, 13 de febrero de 2008
Pedalazos 6: Zona de parqueo
Moverse en bicicleta es relativamente fácil. Parar también. La cosa empieza a ponerse peluda en el momento de la separación. De cuando el binomio pasa a ser dos unimonios. Uno queda en la calle, convertido en víctima potencial de todo tipo de agresores. El otro es usted y ha tenido que dejar la bicicleta parqueada. Sí. ¡parqueada!
Porque una cosa es tener el vehículo al lado de uno, o a pocos metros, o tras un vidrio, o con media llanta asomándose por una puerta. Ver para creer, dijo el apóstol. Si yo veo la bicicleta, creo que no le va a pasar nada. Pero si no la veo, tengo que dejarla ¡parqueada!
De entrada hay que decir que los parqueaderos para bicicletas escasean. Y no se ven muy seguros. Más aún cuando en algunos hay un letrero que advierte que “no nos hacemos responsables por las bicicletas”. Así que dejarla allí gradúa al ciclista de irresponsable.
Pero bueno, en esos sitios por lo menos hay alternativas. En otros el letrero dice “prohibido entrar bicicletas”. Pasa mucho en las entidades financieras. Debe ser algo personal. Supongo que a los presidentes de bancos no les gustan las bicicletas, así como a los ciclistas no les gusta pagar intereses.
El problema es que el usuario principal de las bicicletas suele ser el mismo de las ventanillas bancarias, el mensajero. Entonces llega mensajero a banco y banco le avisa que no puede entrar bicicleta. Opciones:
Tortículis: Se deja la bicicleta en la puerta, y cada cinco segundos se voltea la cabeza para asegurarse que todavía está allí.
Nueva dimensión. Se camina para atrás en la fila.
Encadenados: Se busca una reja, un poste, o un arbol y se le coloca la cadena. A propósito, existen cadenas para todos los gustos. Desde unos sofisticados seguros con varillas de acero que valen más que la bicicleta, hasta la versión estrato 1: medio metro de cadena vieja y un candado japonés. Las guayas de moto envueltas en manguera también son muy populares.
Efecto envidia: Para lograrlo se necesita tener una bicicleta más bien baratica, sin mayores infulas, que se vea vieja. Pintura descascarada, remiendos con cinta aislante o de enmascarar completan el efecto. Se busca un banco donde haya llegado antes otro ciclista. El vehículo que nos antecede también debe superarnos. Que esté bien pintado. Brillante. Con cambios. Algo envidiable.
Se pone la vieja y acabada carcacha en la que nos movilizamos, al lado de la espectacular todo terreno.
Y que escojan los ladrones.
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