Con la debida anticipación, el equipo multidisciplinario esbozaba el presupuesto, la estrategia, las acciones y las piezas multimedia destinadas a motivar a los colombianos a priorizar bienes y servicios locales en sus adquisiciones para el evento respectivo. Con algunos ajustes derivados de la experiencia, la primera actividad siempre era una “tormenta de ideas” donde publicistas, comunicadores, diseñadores, líderes, psicólogos y uno que otro colado planteaban iniciativas.
La verdad es que Hermenegildo (Hermi, para los compañeros de labores) llegó tarde y medio enguayabado a esa reunión del Día de la Madre. Optó por el bajo perfil, pero el líder de turno —la presencia estatal generaba mucha rotación en ese cargo— lo "fusiló". Como el tipo tenía fama de creativo el disparo fue directo y a la cabeza. ¿Y usted qué eslogan propone?
El hombre lo reconoce. Soltó lo primero que se le ocurrió. Carcajada general. Pero en medio de las risas la idea no le pareció tan mala. De hecho, superado el momento alegre, racionalizó, explicó y argumentó... pero no convenció. Es más, ni siquiera convenció a la mesa de que se trataba de una propuesta seria.
Pasó un año y Hermi seguía con esa espinita clavada en el ideódromo. Así que esta vez se preparó a conciencia para defender el mismo arrebato creativo. Llevaba varios argumentos debidamente sustentados en una presentación y hasta una estrategia para justificar el uso del refuerzo audiovisual.
La líder —recién posesionada— venía de una consultora especializada en metodologías participativas y aplicó sus conocimientos. Convocó a todo el que pudo, los dividió en grupos, les repartió papelitos de colores, los instó a poner sus ideas en los mismos y a pegarlos en las paredes. Luego utilizó un complejo sistema de rotación de personal y de grupos para hacer una preselección. Hermi quedó al otro lado del salón, sin posibilidad de defender su idea aunque, eso sí, con amplio panorama visual para notar como el papelito con su letra fue uno de los primeros en pasar a la caneca.
Al año siguiente el directivo era un tipo joven, quien anunció énfasis en redes sociales por lo que el punto de partida debía ser un hashtag. Hermi vio la oportunidad. Su idea era una frase corta, contundente y pegajosa, con ese tono heterodoxo que convocaba a la viralidad. Se puso de pie, fue al frente y la escribió, antecedida, como no, del signo #… Esta vez no hubo risas, solo un silencio sepulcral roto por el líder y dos frases. En tono diplomático: “Gracias Hermenegildo”. En tono suplicante: “¿Alguien tiene otra idea?”
Por suerte de la buena para el líder y de la mala para Hermi sí había más propuestas, de las cuales surgió la etiqueta utilizada como eje en la campaña de ese periodo.
Hermenegildo continuó con su relato —Durante un par de años adicionales le hice sendos intentos pero no, siempre la rechazaban. Hasta que me salió otro puesto donde el tema ya no era relevante.
— Bueno Hermi, y cuál era ese eslogan, lema, hashtag o etiqueta que nunca se pudo utilizar.
— Uno espectacular. Hasta se le puede poner música. Escúchelo “¡CÓMPRELE COLOMBIANO A SU MADRE!”