lunes, 2 de enero de 2012

Presentación en familia

Ella, Helena, era una mujer moderna. Profesional especializada, carro, un importante cargo en una multinacional. Había conocido al hombre de su vida. Y en su corazón de fin de siglo albergaba el mismo temor ancestral que en su momento tuvieron su madre, abuela, bisabuela, hermanas, primas, tías... ¿Por qué? Porque la prueba más dura para el amor de cualquier pareja iba a realizarse esa noche. Lo iba a presentar... ¡En familia!

Hemos pasado por la revolución sexual, el Sida, el divorcio, las relaciones casuales, el feminismo, la unión libre y la anticoncepción. Del protocolo que caracterizaba las relaciones de antaño apenas queda lo esencial. Pero tres cosas jamás terminan. Uno, la familia. Dos, la pareja. Tres, el momento del inaplazable encuentro.

El catálogo de excusas de Helena se había terminado, y Francisco quedó comprometido para una novena navideña. Llegó puntual, con una bolsa llena de buñuelos y una paila de natilla (él también tenía mamá) y empezó el calvario.

Después de las presentaciones de rigor, los primeros que lo agarraron fueron Tío Godo y Primo Mamerto, quienes tras recitar sendas proclamas ideológicas lo conminaron a tomar partido. Helena lo rescató antes de pronunciarse, pero fue arrebatado por Prima Filósofa, quien sólo para medir sus conocimientos le preguntó su opinión acerca del último libro de Habermas.

Francisco no tenía ni idea quien era Habermas (ni siquiera sabía si se pronunciaba así), de manera que dio gracias a Dios cuando Nerdo, el hermano menor de Helena, lo invitó a jugar en el Wii. Por primera vez se sentía en ambiente. Además era bueno para jugar... ¿Eso que es? Bueno, no podía ser tan difícil.

Tras perder ocho partidos seguidos por muenda, apareció Tío Borracho quien después de regañarlo por andar en cosas de niños, y contaminarle el aire con un tufo monumental le embutió cuatro aguardientes dobles seguidos. El mareo producido por el tufo (más efectivo que cualquier cantidad de alcohol) fue rápidamente solucionado por Tía Chismosa, quien le dio una aromática al tiempo que iniciaba su interrogatorio.

Quince minutos después, Tía Chismosa conocía todos los detalles de la vida de Francisco, desde su primer pañal hasta su último empleo. Treinta minutos después, la información se había repartido entre toda la concurrencia. Y la noche apenas empezaba,

Hasta el momento Francisco había sobrevivido a los encuentros con Tío Godo, Primo Mamerto, Prima Filósofa, Hermano Nerdo, Tío Borracho y Tía Chismosa.

A esta hora, se encuentra atrapado en un rincón por Primo Desempleado, que no pierde oportunidad para repartir hojas de vida. De ahí lo rescatan Hermana Grande y Cuñado Veterano - únicos que, por experiencia, entienden por lo que pasa su futuro pariente por afinidad -, cuando Tía Beata se pone brava y sentencia, a rezar la novena.

- ¿Y quien lee?, pregunta Primo Oportuno.

Todos los ojos presentes voltean hacia Francisco. En segundos se forman dos bandos. Los corteses, que consideran de importancia el ingreso simbólico a la familia mediante la lectura. Y los tradicionales, que creen que la lectura corresponde a los parientes consanguíneos.

Sobrino Patán - para suerte de Francisco - salva la patria con una pataleta y termina, - como siempre - leyéndola él, y haciendo lo que le da la gana. Terminado el rezo, los jóvenes bailan por iniciativa de Prima Rumbera, que abre pista con Francisco, después de decirle a Helena, “tranquila que ya se lo devuelvo”. Y se lo devuelve, mareado y adolorido después de darle más vueltas que a una licuadora.

Falta el punto más importante. La conversación con Padre Papá, y con Madre Mamá. Tía Chismosa ya les entregó una biografía detallada con declaración de renta incluida, así que, para rematar, no hay tema. Ambas partes saben que deben evitar cualquier posibilidad de polémica, luego está prohibido hablar de fútbol, política, religión, reinas de belleza, alcaldes, programas de televisión, libros, cocina, filosofía, gobierno, y una enorme lista de etcéteras. Así que la conversación es algo así como esto.

Padre Papá: Ha estado lloviendo mucho.
Francisco: Sí ...
Madre Mamá: Pero el sol siempre sale después del 20.
Francisco: Sí ...

Y cuando Helena y Francisco va llegando a la puerta la Abuela Matrona, que no ha dicho una palabra en toda la noche, incorpora al enamorado, mediante siete sencillas palabras, al servicio familiar obligatorio permanente.

- Lo esperamos un ratico en Año Nuevo