Por ahí he visto un comercial muy simpático, donde muestran la evolución del hombre, así, en masculino. Tres fases de cazadores y guerreros, la cuarta de un millenial… tomándose una selfie. Para no hacer publicidad gratis no doy detalles, aunque dejó el enlace.
El tema viene a la costumbre, en quienes superamos cierta edad, de evocar un pasado salvaje. No se trata de la prehistoria, la Edad Media o los tiempos del ruido. Son nuestros inicios profesionales.
Aunque supongo que existe un discurso equivalente para todos los oficios, me voy por uno que conozco: el magisterio. Entonces pongo cara de circunstancia y hablo de cuando “que marcadores ni que ocho cuartos, eso era con tiza de colores y tablero verde, tragando polvo y sacudiendo borradores”.
A medida que la conversación avanza a uno se le alborota la testosterona. “¡Cuál Power Point” !Eso era a punta de carteleras. Y solo para cosas muy excepcionales, con acetatos y retroproyector. ¿Que qué era eso? Unas hojas de plástico transparente donde se dibujaba o se montaban los textos con letra set. ¿Impresoras? ¡Cuáles impresoras! ¿Retroqué? Retroproyector. Una máquina que los proyectaba mientras se cambiaban, a mano limpia”.
De alguna manera el tono se va poniendo dramático. “Los mapas no estaban en pantallas, sino enrollados en el salón y teníamos que levantarlos colgarlos y desenrrollarlos. Y cuando se usaban había que enrollarlos de nuevo. Así aprendía la gente, sin tanta…"
(En ese momento ya está uno tan emocionado que empieza a utilizar palabras de esas que figuran en el diccionario pero no se recomiendan en determinados contextos. Por ejemplo en este blog. Además hoy son políticamente incorrectas. Así que vamos a utilizar expresiones explicativas para no herir susceptibilidades. Y lo acepto, nadie habla así.)
…así aprendía la gente, sin tanta ‘ayuda pedagógica perteneciente a un género tradicionalmente considerado más débil que otro’. Hoy en día no pueden hacer nada sin tener un aparato repleto de ‘artilugios y servicios descritos con una alusión a tendencias de género estereotipadas en amaneramiento’. Nosotros improvisábamos sin tanta ‘alusión al hijo una mujer poco amiga del aseo o que ejerce un oficio del que se dice es el más antiguo del mundo. Se puede eliminar la alusión al hijo’ tecnología”.
El discurso inevitablemente cierra con una oración despectiva hacia las generaciones actuales, Puede ser del tipo anecdótico “yo no vine a conocer un computador sino cuando llevaba 20 años de ejercicio profesional”; descriptivo-despectivo “ahora la gente ha perdido toda la recursividad”; de afirmación generacional “nosotros hicimos mucho con poco”; o regaño frontal “yo no sé de qué se queja la gente ahora”.
Y ahí es cuando el comentario del joven interlocutor de turno nos devuelve a nuestra anacrónica realidad
“Que tiempos tan aburridos”.