jueves, 14 de septiembre de 2017

Para eso es el jefe

A Parra no es que le haya ido tan mal. Sin embargo el hombre, en justicia, tiene méritos para subir más en la pirámide empresarial. Pero ha sido de malas. Siempre que se ha abierto una plaza adecuada a su conocimiento, capacitación y competencias, alguien se le ha atravesado.

El catálogo de personajes que se le colaron a Parrita –apelativo cariñoso– incluye tanto jóvenes bien preparados, como caballeros (y damas) que compensaban su escasez de conocimiento y experiencia con lazos de sangre o amistades claves.

O personajes equivalentes en edad, dignidad y gobierno que tenían eso. “Eso” era experticia en el tema requerido, es decir que sabían un poco más que Parra, lo que lo puso a él, siempre, en un tan honroso como inútil segundo lugar.

Y a medida que pasaron los años tuvo que conformarse con la S de subalterno, compensada por la E de estabilidad. Es que ni siquiera una palomita. Su vida laboral fue testigo de múltiples relevos con eficiencia inusitada y los cargos donde pudo clasificar como encargado siempre tuvieron titulares con salud de hierro, cero emergencias domésticas o reemplazos predeterminados.

Así que cuando llegó la hora se sumaron todos los elementos. El jefe de área llamado de urgencia a una reunión en el corporativo central –otra ciudad–. Un tema prioritario en la agenda que era del resorte directo de Parra.Y la supervisora que suplía las ausencias temporales del líder atendiendo el nacimiento de su primer hijo.

Pese a que la cosa fue más bien informal, el hecho cierto fue que el hombre quedó planillado como jefe de área encargado durante tres días. Situación casi rutinaria para algunos, pero trascendental para él. Esa noche casi no duerme pensando en esa breve bocanada de poder con la que al fin habría algún reconocimiento a una vida de trabajo serio y profesional.

Se lo tomó en serio. Se puso su mejor pinta, llegó temprano a la oficina y tomó posesión…de su cubículo de siempre, porque la brevedad del encargo no daba para reubicación. Ahora, lo de temprano es en serio. Minutos (130, para ser exactos) antes que cualquier otra persona.

La soledad se vio interrumpida por una llamada desde la recepción. El vigilante, porque ni siquiera la recepcionista había llegado, le informó que necesitaban con urgencia… ¡Al encargado del área! 

Mejor ocasión para ejercer su esporádico poder no había. Ordenó (sí, podía hacerlo) que le dieran acceso a la persona, sin importar que estuviera fuera del horario de atención al público. Y esperó pacientemente en su escritorio intrigado sobre cual de sus nuevas responsabilidades estaba a punto de estrenar.

Fue un poco desilusionante ver que el visitante no era un ejecutivo, un profesional o un experto. Pero fue más desilusionante la primera acción de Parra en su calidad de jefe de área encargado, que comenzó cuando el visitante llegó hasta su cubículo.

- ¿Cuál es la oficina del jefe?

- Yo soy el jefe, en que le puedo ayudar.

- ¿Pero esta es la oficina del jefe?

- No la oficina del jefe es esa.

- ¿Pero usted es el jefe encargado?

- Sí señor, que desea.

- Que me autorice entrar a la oficina porque al jefe se le quedó el cepillo de dientes.