lunes, 7 de septiembre de 2009

Las técnicas de seducción de Guillermo El Conquistador

Es algo así como Juan Tenorio, y Casanova, pero al revés. Mientras estos aplicaron con éxito las artes de la seducción, a Guillermo le pasa todo lo contrario. Dicho de otra manera, existen seductores excelentes, buenos, regulares, malos, pésimos, y Guillermo.

Un indicador de su nula capacidad conquistadora es que es el único mortal que tiene que pagar en sus sueños eróticos (y lo de sueños es literal, es decir, cuando está dormido). Otra, que se matriculó en una agencia matrimonial y terminaron devolviéndole la plata.

Y seamos justos, el tipo no es feo. Pero aunque es capaz de recordar las más complicadas ecuaciones matemáticas, o citar con precisión cualquier fecha histórica, siempre olvida los nombres de las mujeres que le acaban de presentar.

Así que sólo es cuestión de minutos para que convierta a Sonia en Patricia; o a Claudia en Susana. Eso ha puesto punto final a muchas conversaciones, aunque de vez en cuando existe una dama interesada en seguir hablando, pese al cambio de identidad.

No hay problema, él logrará que la conversación se desbarate.

El hombre es culto. Se le puede medir a cualquier tema. Y siempre plantea el equivocado. Así, la joven interesada en el arte recibirá cátedra de fútbol; la universitaria imbuida en lecturas postmodernas escuchará sobre su afición al Pato Donald; la chica rumbera tendrá la oportunidad de conocer los conflictos internos del hombre en busca de su identidad; y la austera evangélica oirá relatos picarescos sobre las travesuras adolescentes de Guillermo.

Como vemos, nunca le acierta al tópico adecuado. Pero la naturaleza le sigue dando oportunidades y hay ocasiones en que de esas conversaciones queda un número telefónico, o una cita. Y ahí es cuando Guillermo saca a relucir a fondo sus habilidades.

Llegará tarde, vestido con ropa arrugada que le queda mal. Al querer hacer un piropo anotará ante la dama de turno “hoy sí estás bonita”.

Al escoger sitio, siempre será demasiado popular, demasiado elitista, demasiado escandaloso o demasiado calmado para los gustos de su pareja. Y como está será demasiado educada para decírselo, el entenderá que acertó, y actuará de acuerdo con el sitio.

Así, en una discoteca querrá bailar todas las piezas, en un asadero típico comerá carne con las manos y en una galería, comentará todos los cuadros.

Ella dará gracias al cielo cuando sea abandonada en un bus, un taxi o la puerta de su casa. Las próximas llamadas de Guillermo serán respondidas con desde un diplomático “no tengo tiempo”, hasta un descarnadamente honesto “mire, es que no quiero salir con usted”.

No hay duda. Es un seductor fuera de serie.