No fue mucho tiempo. Más o menos 90 minutos.
La distancia tampoco era demasiado larga, un poco más de 15
kilómetros.
Pero les alcanzó.
El observador, que también era protagonista, contó 87.
87 infracciones a normas de tránsito.
De entrada se destaca lo igualitario del asunto.
Equidad de género en su máxima expresión.
Hombres y mujeres por igual ignorando las leyes vigentes.
En edad, predominio de la juventud.
Aunque como el universo también era de juventud
predominante, no fue realmente una tendencia diferencial.
Tampoco es tan complicado como suena.
Eso sí, todos tenían un elemento en común.
Eran ciclistas o como se les dice ahora, biciusuarios.
En ejercicio, es decir pedaleando hacia sus respectivos
destinos.
Por lo temprano de la hora (de 7 a.m a 8.30 a.m.) se presuponen
destinos laborales o académicos.
Y… cuáles fueron las infracciones.
Básicamente tres.
Muchos no tenían casco.
Aunque, hay que ser justos, una parte de los infractores sí
lo tenía.
Pero no estaba en la cabeza.
Estaba colgado del manubrio, sobre la parrilla, pegado al
morral, colgado debajo de la barra.
Supongo que eso es lo que llaman tendencia.
La otra es una total ignorancia del concepto de semáforo.
Para muchos, este artefacto es una especie de árbol de Navidad
encargado de mantener el espíritu de las fiestas vivos durante todo el año
mediante un juego de luces.
Porque independientemente del color de turno, no paraban.
Hablar de irrespetar sería generoso. No se volaban el
semáforo. Lo ignoraban.
Ignorancia que en algunos casos incluía cruces suicidas. Y
el más suicida de todos, equidad de género. Sí, fue una mujer que evadió por
centímetros al carro que casi la atropella.
La otra infracción reiterativa a lo largo del recorrido fue
invadir las zonas que no son para ciclistas.
Porque esta historia transcurrió en un trayecto que, en su
totalidad, tiene ciclorruta demarcada y delimitada.
En un andén donde está claramente señalado el espacio de los
peatones, que más de una vez fue visitado por los ciclistas.
Con una calzada para carros, que más de una vez fue visitado
por los ciclistas.
Con un carril de ida y otro de vuelta cuya orientación
parecía carecer de importancia para algunos, que constantemente cambiaban al
carril que iba en sentido contrario.
Si estaba ocupado o no, eso carecía de importancia.
Y esas no las conté entre las 87 infracciones.
No son 87 infractores, unos cuantos repitieron.
Y esta historia, que es real, pasó en los mismo días en que
biciusuarios indignados clamaban por seguridad y protección contra robos y
accidentes.
Y quien la narra es un ciclista que de puro desocupado
decidió contar las infracciones que veía de parte de sus colegas.
Porque aquí no hay buenos y malos.
Todos somos responsables.