Se trataba de una operación sencilla que implicaba algo de
caballerosidad, y, quien quita, la posibilidad de iniciar una relación. En el mundo
ideal funciona así. El escenario es un bus. Es de noche, hay viento, llueve. Una
joven de aspecto agradable intenta cerrar la ventana. Pero no puede.
Entonces el hombre, el caballero, el oportuno, interviene. Pide
permiso en tono de locutor, y con un movimiento tan fuerte como firme cierra la
ventana. Y es cierto, una ventana se cerró, pero, tal vez, se abrió una puerta.
Ella agradecerá y el tono, la mirada, las palabras utilizadas serán la entrada
a… quien sabe.
Así que nuestro héroe –se llama Guillermo y se autodenomina Conquistador- puso cara de
ventanero, se levantó de su silla, en tono cortés y levemente coqueto preguntó
¿te puedo colaborar?
Y sin esperar repuesta extendió el brazo hacia la ventana
para cerrarla.
Y no se movió.
La ventana no se movió.
Segundo intentó.
Tampoco.
Situación. Hay una ventana abierta, una joven de aspecto
agradable tiene los ojos fijos en el cerrador y este tiene que acudir al plan B.
A dos manos y jalar la ventana.
Que así, en cambio, tampoco cerró.
Ya el asunto trascendió la conquista y pasó a la dignidad.
Guillermo aplica principios elementales de física y determina que si jalando no
se pudo, tal vez empujando sí. De manera que cambia de lado, ubica las manos en
posición de masaje cardiáco y empuja.
Suavemente, más fuerte, ¡con todo!
La ventana no se mueve.
El que sí se mueve es el bus, lo que pone a Guillermo a hacer
maromas para combinar el equilibrio que requiere mantenerse de pie en un
vehículo que rueda y frena por las calles,
mientras libra una feroz batalla contra las más terca de las ventanas.
Esa que está atorada, atascada, pegada y otro montón de
cosas terminadas en ada, menos una.
Porque no hubo forma de que quedará cerrada.
La dama que origino todó ya se siente tan incómoda, que mira
al tipo con cara de deje así, y en tono de deje así le dice “tranquilo, deje
así”.
Aunque la gestión no fue del todo fallida.
El resto del bus se divirtió y tendrá tremenda historia para
contar cuando lleguen a casa.
La del tipo que no pudo cerrar esa ventana.