miércoles, 27 de marzo de 2024

Fijate dónde pisas, kamikaze

Si hay menores de edad entre los lectores va la advertencia:  “Niños, no intenten esto en casa”. Aunque en casa no se puede. Debe ser en la calle. En una avenida congestionada, de alta velocidad,  carriles en los dos sentidos, separador, sin semáforos a la vista, con puentes peatonales situados a distancia prudente para garantizar paso seguro de los caminantes.

Y hablando de caminantes, les presentó al cuarteto.  Su edad es variable. Son mayores de edad y pertenecen a la clase trabajadora. Pueden ser hombres o mujeres, incluso una combinación (dos y dos,  uno y tres). Eso no interesa. Lo que interesa son los roles.

Está el o la atrevida. Se arriesga, no piensa sino que actúa y definitivamente no tiene la más mínima intención de caminar hasta el puente peatonal.  

Está la o el pragmático. Podría ir hasta el puente o no pero tiene alguna razón que combina tiempo disponible, pereza y atracción por las emociones fuertes que incitan a probar alternativas.

Está el o la seguidora, que deja que otros piensen por él o por ella, y simplemente actúa de acuerdo con las propuestas del líder. 

Y está la o el prudente, que sabe que la alternativa más segura y racional es el puente peatonal, pero finalmente se dejará arrastrar por la presión de grupo.

Veamos el escenario. Carros a toda velocidad sin ninguna intención de parar. Y cuando pasa una tanda y queda un espacio “libre” se da el fenómeno del lento o el rápido. El lento es ese vehículo que se rezaga justo el tiempo suficiente para impedir que los peatones crucen la avenida antes de la siguiente tanda de automotores. El rápido es ese vehículo (muchas veces moto)  que acelera justo a tiempo para impedir que los peatones crucen la avenida antes de que llegue la siguiente tanda de automotores.

A estas alturas cualquier lector con algo de sentido común habrá entendido que la alternativa lógica y segura es buscar el puente peatonal. Pero como el cuarteto no forma parte de los lectores de las Amilcaradas ellos optan por el cruce suicida. A lo kamikaze.  (Paréntesis editorial. Y si la situación les parece conocida porque la han visto o vivido… no es una coincidencia).

Funciona así. Atrevida (o) se ubica en el borde del andén y pese a que siempre se rajó en matemáticas y pasó raspando en física mentalmente hace una serie de complicados cálculos que involucran velocidad, aceleración, masa, volumen e inercia para escoger el momento preciso. Y cuando llega ese momento, fiel a su estilo, se lanza hacia el otro lado de la vía. La (o) siguen, en su orden, seguidor (a), pragmático (a) y, tan renuente como resignado, prudente. Se trata de una ventana que dura abierta pocos segundos, así que cualquier duda o equivocación puede tener consecuencias fatales.  O inesperadas, como aconteció esta vez.

Porque sí, llegaron al separador sanos y salvos. Pero al subir no hubo tiempo de fijarse en lo que pisaban, lo que incluyó ese recuerdo que algún visitante canino había dejado sin que el de la bolsita plástica hiciera su trabajo.

Vimos al cuarteto en el separador, poniendo cara de asco y restregando desesperadamente la suela de sus zapatos contra el pasto, contra la tierra, contra el andén y contra lo que fuera para librarse del tan desagradable como oloroso pegote antes de abordar el cruce del segundo carril.

Por cierto, estábamos en el puente peatonal.

miércoles, 20 de marzo de 2024

Talentos oportunos

Los Pérez tienen absolutamente claro que eso de ser familia es como los tres mosqueteros: uno para todos y todos para uno. Cualquier intención individual de algún consanguíneo o afín cuenta con el apoyo incondicional del clan, mediante tareas específicas derivadas de las competencias individuales de cada uno.

Cuando se trata de proteger relaciones sociales o contactos clave hay una asignación infaltable. Controlar al primo F. Ese F. que no tiene vicios conocidos,  no es escandaloso, atiende adecuadamente sus responsabilidades, es trabajador y cumplido. Pero cuando hay personal, digamos, relevante, alguien debe asegurarse de mantenerlo en el lugar adecuado. Y el lugar adecuado es lejos de los invitados clave.

Se lo han dicho en todos los tonos posibles pero él lo sigue haciendo. Se lo explican, él asiente educadamente, humhunea, pone cara de por supuesto, y a la siguiente oportunidad vuelve y juega. Cuando conoce a alguien siente una irracional curiosidad por su profesión u oficio. Ese no es el problema. El problema es que pregunta y pregunta y pregunta… y pregunta.

Así que tuvo sentado una hora al novio (hoy exnovio) de S. Perez explicándole (a F. ) detalles del mantenimiento de refinerías. Arrinconó al técnico de duchas eléctricas con tantas dudas que el tipo dejó la casa sin haber podido hacer la reparación. Puso en serio peligro la condición laboral de M. Pérez el día que interrumpió una sesión de trabajo en casa para cuestionar insistentemente al socio sobre diseño industrial. Espantó a la altamente recomendada aspirante a enfermera de la abuela con sus interminables preguntas sobre técnicas de cuidado, resucitación, higiene, alimentación y terapia.

El hombre, además, llega porque llega justo cuando hay una víctima propicia para sus interrogatorios. Hace tiempo dejó de importarle si lo invitaban o no. De manera que la estrategia familiar es disponer siempre de un pariente para, en caso necesario, quitarlo de en medio.

Volviendo a S. Pérez, además de novios espantados tiene un futuro promisorio en la rama del conocimiento donde ha desarrollado su actividad académica y profesional. De hecho es finalista para una de las mejores becas de formación disponible. Se trata de tres años en el centro de investigación más calificado del mundo, con todos los gastos pagados. Hasta ahora ha cumplido exitosamente todos los requisitos. Como la fundación que financia el beneficio se toma muy en serio su proceso de selección, incluye una visita a los aspirantes en su propia residencia, programada para ese martes en la tarde.

Coincidió con una inaplazable actividad laboral presencial, por suerte en horas de la mañana. Las dificultades vinieron del entorno. S. Perez inició su retorno a casa con tiempo suficiente, incluso previendo trancones. Pero no previó el aguacero gigante, el descomunal accidente de tránsito en la mitad de la avenida y los vehículos atrapados sin poder avanzar o retroceder. Y para rematar, el teléfono se descargó. 

La cita era a las dos y pasaban las 5.30 cuando finalmente llegó a su destino, resignada ante la oportunidad que, estaba segura, había perdido por no atender puntualmente a los evaluadores.  Pero al ingresar encontró a un grupo de extranjeros en lo que parecía una interesantísima conversación. 

Ellos se identificaron como los evaluadores y expresaron su disposición para iniciar la entrevista. Pero antes pidieron unos minutos para atender inquietudes finales del único contertulio conocido. El primo F. quien había pasado por un encargo familiar y vio al grupo de desconocidos sin atención mientras la familia de S. intentaba contactarla.

F. se presentó, tomó asiento, miró al que estaba más cerca y soltó la primera pregunta: ¿Y usted qué hace?

miércoles, 13 de marzo de 2024

Conservado en alcohol

La explosión en la casa azul despertó al barrio entero y a sus alrededores. Pudo ser peor. A esa hora, el único ocupante del edificio era el vigilante nocturno. La construcción quedaba en la mitad de un lote baldío sin viviendas aledañas y los muros, aunque quedaron bien resquebrajados, aguantaron el bombazo. Estos factores, sumados, limitaron a gran susto lo que tenía  potencial de tragedia.

Dos días después del incidente, la causa seguía siendo un misterio. Versiones no oficiales hablaban de fábrica clandestina de pólvora o almacenamiento ilegal de pipetas de gas. Además, faltaba encontrar los restos de la víctima. Se formó el equipo de búsqueda con dos operarios de la Alcaldía, un bombero y una funcionaria de policía judicial, coordinados por un voluntario de la Defensa Civil de apellido Guarnizo.

Superado el sobresalto inicial, la zona de desastre se volvió zona de turismo. Gente del barrio y más allá invadieron el sector mirando, preguntando… y estorbando. Solo aportaron falta de información sobre el vigilante. Como los dueños de la casa no aparecían por ninguna parte, los únicos datos venían de los vecinos. Que llegaba de noche, dijo una señora;  que no era del barrio, confirmó un desempleado; que nadie sabía el nombre, dijo el de la tienda; que parecía un tipo importante e inteligente, sostuvo un borracho mañanero.

Mientras Guarnizo y su gente revolcaban los escombros, el personal de patos comenzó a retomar sus vidas.  Primero se fueron las amas de casa y otros con tareas pendientes. Después emigraron los niños, atendiendo llamados maternales o simplemente cambiando el juego del día. Ya en la tarde solo quedaban los desocupados:  desempleados, jubilados y el borracho mañanero, que ya era borracho vespertino.

Borracho cansón. Porque si no cantaba —lo cual hacía muy, pero muy mal—, insistía en el elogio incondicional del vigilante fallecido quien ganaba cualidades en cada perorata. Además de importante e inteligente se vestía bien, tenía éxito entre las mujeres, era buen hijo y amigo fiel a toda prueba, poseía dentadura perfecta y no perdía misa los domingos. 

Cuando los últimos curiosos se fueron, el borracho, al perder su público natural, optó por el público cautivo y se metió a lo que quedaba de la casa. Concentrados en la infructuosa búsqueda, en principio nadie le prestó atención. Pero el sirirí pasó de paisaje a ruido de fondo, de ruido de fondo a bulla, de bulla a molestia y de molestia a estorbo. Guarnizo frenteó al sujeto con un por favor retírese que no sirvió para nada. Un segundo intento y el intruso ni se movía, ni se callaba.  El coordinador intentó rescatar del fondo alcohólico una mínima racionalidad y empezó por decirle al tipo si le parecía bien estar todo el día borracho.

—Es que estoy celebrando lo que pasó hace tres días. 

—¿Qué nos puede contar de eso?

—Eso hizo puuummm y sonó durísimo pero el importante, el inteligente, el bien vestido, el buen hijo que le gusta a todas las viejas…

—¿El vigilante?

—Sí, este man… (A esas alturas Guarnizo, la policía judicial, el bombero y los operarios estaban todos pendientes del borracho)

—Este man salió a buscar una tienda como veinte minutos antes de la explosión. O sea que me salvé de milagro. Carajo, si uno no bebe después de eso, ¿entonces cuándo?

miércoles, 6 de marzo de 2024

Domingo adjetivo


Nota de la Redacción. Hace unos años, en respuesta a la convocatoria de un concurso de cuento sobre el domingo, cometimos el experimento que va abajo. Espero les guste pero, por si acaso, disculpas anticipadas.

Noche agitada, amanecer tardío, sonidos taladrantes, luces penetrantes... tremendo guayabo.

Cerveza mañanera, desayuno solitario, televisión infantil, periódico gordo, cama destendida, pereza incuestionable, calle opcional, casa aburrida..

Bicicleta desarchivada, costosa despinchada, ciclovía congestionada, ambición deportiva, expectativa saludable, piernas adoloridas, edad evidente, sed inclemente, pedaleo descartado, empanada grasosa.

Mujer juvenil, ropa deportiva, formas voluptuosas, deleite visual, mirada insinuante, novio inesperado, temperamento celoso, comportamiento amenazante, reculada recomendable, carrera cobarde.

Aliento entrecortado, músculos encalambrados, casa cercana, sol picante, presupuesto escaso, cerveza cara, gaseosa cara, agua cara, canilla gratis, tubo jugoso.

Reposo requerido, cama seductora, música suave, solicitudes maternales, bombillo fundido, alfombra empolvada, mueble pesado, tímido alegato, enorme cantaleta, enorme cantaleta, enorme cantaleta.

Almuerzo familiar, parientes visitantes, niños llorones, chistes repetidos, comentarios sordos, sancocho tremendo, grasa flotante, tubérculos abundantes, gallina escasa, refajo bendito, manos temblorosas, presa resbalosa, mesa salpicada, refajo sancochado.

Digestión somnolienta, visita prolongada, conversación sosa, chismes familiares, quejas sociales, posición equivocada, añoranza horizontal, llamada telefónica, novia desprogramada, cine inevitable, sueño embolatado.

Fila congestionada, llovizna pertinaz, atarván colado, avanzar lento, taquillera amargada, billete grande, vueltas inexistentes, bolsillos revisados, suelto insuficiente, monedas complementarias, tiempo perdido.

Luces apagadas, visión nula, crispetas rebosantes, gaseosa fría, manos ocupadas, pasos inseguros, sillas escasas, espacio disponible, pantalla contigua, película terrorífica, monstruos enormes. 

Oscuridad cómplice, novia romántica, ojos cerrados, labios cercanos, ronquidos inesperados, sueño vencedor, empujón resentido, despertar inesperado, susto grande, pantalla aterradora, compañera indignada, momento crítico. 

Susceptibilidad femenina, silencio gélido, comportamiento caprichoso, chantaje emocional, invitación desesperada, bizcochos amargos, reacción lenta, perdón condicionado, beso frío.

Noche oscura, caminata lenta, información radial, equipo perdedor, calle solitaria, mendigo insistente, rechazo sutil, alusión desobligante, respuesta irracional, chuzo exhibido, reacción asustadiza, carrera cobarde.

Situación repetida, dignidad aplastada, día difícil, semana terminada.

Domingo esperado.

Domingo maldito.