Grandes dilemas, esa es la historia de la humanidad. Hombres y mujeres dedican su vida a responder las preguntas trascendentales que definen el sentido de la existencia y la evolución de la especie.Claro que hay tipos como Edilberto cuyas pretensiones son mucho más modestas, aunque de aplicación inmediata.
La historia comienza en su adolescencia. El sujeto conoce a una dama de la misma generación, y parece haber cierta atracción mutua. Pero nunca se supo, por las circunstancias particulares de su tercer o cuarto encuentro. Básicamente, el hombre cae de improviso en la casa de la mujer, aunque en horario aceptable. Y cuando lo mandan seguir, se ve en la obligación (él) de revelar la causa de su inesperada visita.
- ¿Me prestas el baño, por favor?
En efecto, en cercanías del lugar, el cuerpo de Edilberto empieza a demandar actividades que implican estar sentado. Hay que decir que la diligencia se cumple sin desastres o consecuencias desagradables. Aún así, la dama deja de contestarle las llamadas, al tiempo que bloquea cualquier otro intento de contacto.
Mucho tiempo después el ya no tan adolescente hace la relación causa efecto. Es ese día en el que atenderá su primera entrevista de trabajo. Previamente familiares y a amigos lo bombardean de recomendaciones, entre las cuales una se repite constantemente. —Pase lo que pase, no pida prestado el baño.
No lo pide, y tampoco consigue el empleo. Su ingreso al mundo laboral requiere de intentos adicionales. Pero eso no es lo importante. La suma de las dos anécdotas pone en la pensadora del hombre una pregunta trascendental. ¿Dónde es aceptable solicitar el uso del cuarto generalmente ubicado al fondo a la derecha?
Edilberto le pone metodología. Reduce los escenarios potenciales a dos. Hogares ajenos e instalaciones laborales ajenas. No hay problema en los lugares de habitación de parientes cercanos, o parientes lejanos cuando no hay interés en profundizar la relación. Si es esa tía con la que nunca hablamos, pero a cuya herencia aspiramos, mejor nos aguantamos. En cambio, si es ese primo del primo adonde nos lleva el primo, prima la necesidad en caso de requerimiento. Total, probablemente jamás lo veremos de nuevo.
Esa es la clave en la zona residencial. El reencuentro. Cuando son amigos de absoluta confianza y contacto permanente a veces ni siquiera hay que pedir permiso. Cuando se trata de una nueva amistad que apenas estamos cultivando es una buena prueba. El sutil y casi invisible gesto —pero evidente si uno presta suficiente atención— al hacer el requerimiento es el indicador. Son tres modos de comunicación no verbal que dicen: 1. No hay problema. 2. Sí hay problema pero ni modo de decir que no y 3. Qué tal este tipo. El segundo mensaje sugiere no regresar. El tercero implica que jamás nos volverán a recibir.
En el ámbito laboral, además de la entrevista, la abstinencia se extiende a clientes, sobre todo a los potenciales. Incluso en circunstancias altamente exigentes, la recomendación es firmar primero, lo que implica aguantar durante. En cambio, si la situación es con proveedores, tenemos vía libre. En este caso los interesados son ellos.
Edilberto ya tiene claro cómo es —sobre todo al comenzar— en las relaciones erótico afectivas. También concluye que en las reuniones sociales el problema no es del usuario, sino del propietario. Sin embargo, un día toda su reflexión y análisis pierde validez. Durante una conversación de borrachos sale el tema. El experto se explaya hasta que un contertulio interrumpe con esa pregunta que cambia el dilema, o mejor, genera uno nuevo.
— Todo eso está muy bien, pero… ¿Qué pasa si no hay papel?