miércoles, 29 de enero de 2025

Tumba'o del caminante


Los audífonos son un gran invento, aunque un grupo de personas se niega a aceptarlo. Dejémosle a los otorrinolaringólogos temas como volumen recomendable y daños al sistema auditivo a corto, mediano o largo plazo. El hecho es que hoy tenemos la posibilidad de una dosis personal de música portátil a toda hora.

Ahora hablemos de otro gran invento. La movilización en dodge... piernas. Comenzó cuando algún tatatatatatatatatata… tatarabuelo peludo dejó de apoyarse en sus patas delanteras e intentó erguirse. Ese antepasado se fue de espaldas o del cuatro letras que sabemos. Ocurrió hasta que dejó de intentarlo por cuenta de su incipiente inteligencia; o porque la caída aconteció en ubicación geográfica donde no era tan fácil levantarse, como un precipicio, un río caudaloso o cerca de un tigre dientes de sable sin almorzar.

Unas cuantas generaciones de experimentos fallidos después finalmente algunos lograron mantenerse de pie. Eso no fue tan importante como el paso siguiente. Lo de paso es literal. Las piernas se convirtieron en el principal medio de transporte. Así que brazos y manos se liberaron para chatear y mirar redes sociales, mientras la movilidad quedó a cargo del tren inferior. Y todavía conserva un papel protagónico. No se me ocurre mejor ejemplo que las visitas al cuarto ubicado al fondo a la derecha parn acciones tan obligatorias como poco comentadas. Que yo sepa, nadie tiene avión propio, automotor, crucero, motocicleta, bicicleta o patines para acceder a este lugar (que por cierto tampoco es que ofrezca facilidades de parqueo).

Solo hay que salir a la calle para ver miles de personas en ruta hacia alguna parte gracias a los movimientos de su propio cuerpo. En teoría, las diferencias entre caminantes radican en la velocidad con la que se trasladan de un lugar a otro. Pero cuando hay audífonos de por medio, sale a relucir la realidad.

Escenario: un centro comercial. Gente que entra y sale de almacenes, circula por pasillos, se mueve en busca de artículos específicos o deambula curioseando sin tener un objetivo particular. Eso es lo que ve el observador corriente. Pero si ese observador tiene audífonos puestos, el panorama cambia radicalmente. Precisiones. No importa si son inalámbricos, cascos o de los que se insertan en la oreja. Lo que sí importa es que ambos oídos deben estar conectados a su respectivo transmisor de sonido. Es obligatorio escuchar música, pero elementos como autor, intérprete, género o época carecen de trascendencia.

Nuestro musicalizado observador nota pronto que no hay caminantes aislados, sino una compleja coreografía que danza al son de la música que él (el observador) oye desde su mp3, radio, walkman o teléfono —vía streaming—. Cada pasito responde en mayor o menor medida a los acordes de ritmo urbano, rock industrial, chucu-chucu, baladas para planchar u orquesta sinfónica de su playlist particular.

El acompasado movimiento se ve en el padre de familia que intenta poner orden al grupo de inquietos hijos y amigos de estos. En la madre y la hija haciendo las compras familiares. En el combo de adolescentes en plan recreativo (de los cuales muchos tienen sus propios auriculares). En ese tipo que habla por teléfono mientras se moviliza hacia alguna cafetería. En la señora que lleva sus perros de paseo aprovechando la condición pet friendly de la zona comercial. No solo caminan. Tienen ese “tumba'o” del que se mueve al son que le toquen, así el único que lo esté escuchando sea nuestro musicalizado observador.

Lo más curioso es que cuando el ritmo se acaba por fin de canción, audífono retirado de la o las orejas o descarga de batería, el espectáculo también termina. Sin que medie algún tipo de señal, instrucción o cambio visible,  el baile desaparece y solo quedan caminantes comunes y corrientes.

A menos que suene otra canción.  

miércoles, 22 de enero de 2025

El abuelo Yépez quiere ver televisión



Ese televisor hacía tantas cosas que la familia Yépez consideró solucionado su problema de entretenimiento de por vida. Tenía internet, TDT, plataformas preinstaladas (por pagar, pero eso es otro cuento), modalidad 3D, múltiples opciones de imagen y de sonido; y posibilidades de conectarse con la consola de juegos, el computador, la nevera, el microondas, el teléfono, las luces, las cortinas y la puerta. Además daba la hora, servía de despertador y se apagaba solo en casos de que el sueño superara al usuario.

De manera que los Yépez procedieron a la instalación, debidamente asesorados por técnico profesional certificado. Y en los primeros días cada miembro del clan se dedicó a explotar la nueva adquisición de acuerdo con sus intereses particulares. Finalmente, un domingo cerca de la medianoche le tocó el turno al abuelo Yépez, cuyas aspiraciones no pasaban de ver su  programa favorito en canal nacional.

Y para ese servicio en particular, el televisor no funcionó.

El hombre movió todos los controles posibles. Hasta leyó y aplicó estrictamente el manual pero nada. La maravilla tecnológica se negaba a sintonizar canales tradicionales. Tras dos horas de pruebas, apoyado por papá y mamá Yépez tocó despertar a los expertos tecnológicos de la familia. Como las edades de los peritos oscilaban entre los 7 y los 13 años, primero tocó explicarles qué era un canal de televisión, por qué los programas tenían horario fijo y no se podían ver a cualquier hora. Aclaraciones técnicas concluidas ellos tampoco pudieron. Con sueño, cansancio, y sobre todo frustración, los Yépez se fueron a dormir.

El consuelo fue que el asesor telefónico contactado a primera hora tampoco dio con el chiste. Luego de, muchos, muchos minutos de instrucciones, el aparato de televisión seguía sin servir para ver televisión de la forma tradicional. El experto dictaminó la necesidad de una revisión técnica in situ aplicando la garantía.

Días después apareció el experto, repitió todos los intentos previos, fracasó en todas las repeticiones y tras sacar fotos, llenar formularios y recoger firmas se llevó el aparato para la respectiva reparación. Reparación que no se llevó a cabo, porque pasadas 72 horas un personaje que se identificó como otro técnico del taller autorizado mensajeó las 4 palabras mágicas que le permiten a las empresas enredar su responsabilidad con los productos que venden: “Ustedes le dieron un golpe”. Y va foto. 

Pero el cliente de turno, (en este caso los Yépez) tenía esa mezcla de terquedad, tacañería, persistencia y paciencia para contraatacar. El primer round fue argumentar que el tal golpe y el daño no tenían ninguna relación. Vinieron más revisiones y dictámenes técnicos. Como la empresa insistió en su posición, tocó escalar el asunto ante la alcaldía, ante la superintendencia e incluso mirar la opción de instancias judiciales.

Teóricamente era una batalla de argumentos, pero realmente el asunto era de resistencia. Cuál de los dos se cansaría primero. Los Yépez, sin su televisor ultramoderno multiservicios y dedicando tiempo y recursos a escribir cartas, visitar oficinas y repetir el cuento; o la empresa, destinando recursos corporativos, técnicos y administrativos a generar respuestas y enfrentar requerimientos de autoridades competentes.

A estas alturas, el asunto va en una especie de empate. La empresa aún no aplica la garantía pero dicen en la superintendencia que devolver la plata o cambiar el aparato tiene futuro.  La familia Yépez, por su parte, recuperó sus rutinas de antes del televisor nuevo.

Y el abuelo Yépez ve su programa dominical en ese aparato que tiene hace años, el cual puede que no sea tan moderno, pero sirve para ver televisión.

miércoles, 15 de enero de 2025

Especies en temporada


Los biólogos y demás investigadores del comportamiento animal están altamente ocupados por estos días. Es la época única de avistamiento para ciertas especies. Se trata de algunos vertebrados, clase mamíferos, del orden de los primates, familia homínidos y género homo sapiens. Va una lista.

Deportistus afiebratus. Se encuentra en gimnasios, parques, clubes y otros espacios dedicados a la actividad física. Es reconocible por su atuendo deportivo, completamente nuevo. Si el uso de las instalaciones demanda algún pago, él o ella abonó entre seis meses y año completo. Durante una o dos semanas se le verá ensayando todas las máquinas, escuchando atentamente al instructor y sudando copiosamente mientras se seca con su toalla (nueva) de microfibra absorbente. Un día desaparecerá. Para siempre. La única evidencia de su existencia será la toalla, abandonada en algún casillero.

Ecologicus transportus. Se le detecta por el comportamiento delator en el transporte público. Se nota su carácter de usuario infrecuente, o de personaje que en su vida se había subido a un cacharro de esos. Otra subespecie usa un variado atuendo, para movilizarse en la recién adquirida patineta o bicicleta eléctrica, con la cual invade indistinta y peligrosamente andenes, ciclorrutas y calzadas. Una categoría adicional son nuevos usuarios de bicicletas tradicionales, muy parecidos al Deportistus afiebratus. 

El elemento común está en la relación con los carros particulares. Por cierto, hay uno guardado en casa del personaje. Primero es la superioridad moral de quien mira a los automotores como malvados contaminadores y agentes del cambio climático. Luego viene un reconocimiento de que así sean a gasolina, eléctricos o híbridos, tienen algunas ventajas. La tercera fase incluye cierta nostalgia combinada con envidia ante quienes lo sobrepasan al volante de sus carros. Hasta ese día cuando el conductor vuelve a la silla delantera de la izquierda porque, retomando un antiguo lema publicitario, la envidia es mejor despertarla que sentirla.

Alimentatus sanus est. Aparecen en zonas de los supermercados donde nunca habían estado. También en negocios especializados o centros de distribución de comida con cero o mínimo procesamiento, léase plazas de mercado. Empiezan con un no gracias a ofertas típicas, es decir a la empanadita, al buñuelito, al pastelito o al rosconcito. 

En casa erradican los huevos fritos del desayuno en beneficio de la fruta; los alimentos fritos metamorfosean a versiones cocinadas en agua o al vapor; el postre se vuelve fruta; la papa, la yuca, el arroz, el plátano y demás carbohidratos dan paso a variaciones de paisaje como repollo, lechuga, zanahoria, rábano y más fruta. 

Comparten espacios de alimentación, así que empiezan por robar bocados, cada vez más grandes, a la pareja, a los hijos o a los colegas de oficina. Pero llega el momento de la rebelión hogareña cuando le empiezan a servir lo mismo que a los demás, mientras el compañero (a) de trabajo con sobredosis de honestidad toma la vocería del grupo y le dice “no moleste más y pida un almuerzo normal”.  

Varius. Otras especies visibles solo en enero son el No fumus más en serius reconocible por su evidente tensión nerviosa y consumo desaforado de paliativos (chicles de nicotina, dulces corrientes, chocolatinas individuales y uñas); el Ahora si lo leus que carga todo el mes algún voluminoso y viejo ejemplar de ese ladrillo de la literatura universal (100 años de Soledad, Ulises, etc.) el cual permanecerá cerrado mientras el sujeto (a) chatea o mira videos; y el Speak englishum u otrum quien se documenta detalladamente de alternativas académico-lingüísticas condenadas al olvido en alguna carpeta real o virtual.

Y por supuesto, el más efímero pero a la vez abundante de todos, que aparece pasada la medianoche del 31 de diciembre pero es prácticamente imposible de visualizar a partir del 2 de enero. El Hoc anno sic.

En español traduce Este año sí.

miércoles, 8 de enero de 2025

Cazador de golpes, rayones e intermedias


Pasa con lavadoras, estufas, hornos, teléfonos, aspiradoras, computadores y demás electrodomésticos, gasodomésticos o aparatos electrónicos.  Automáticamente se invalida la garantía sin importar el daño y la claridad en la relación de causa y efecto. Ese es un tema de técnicos, reparadores, protección al consumidor y abogados. Nuestro tema es el surgimiento de una nueva especialidad laboral. 

Él o ella forma parte del equipo de servicio al cliente en grandes superficies, o del grupo de ventas en almacenes especializados, o del personal técnico del taller de reparaciones. No importa su experiencia previa, sus logros académicos o el lugar que ocupe en el organigrama. Importa lo que hace.

Sonríe y actúa con engañosa cortesía. Recibe al comprador que llega con ese aparato recién adquirido que se niega a cumplir aquella función para la que fue fabricado. Cuando está con el cliente escuchará pacientemente la descripción del problema.  Y entonces,  hará aquello para lo cual fue realmente contratado o contratada.

Con meticulosidad digna de artesano experto acometerá la más detallada de las revisiones. No al funcionamiento, no a los mecanismos internos, no a las fuentes de energía sino al contorno. Recorrerá cada centímetro de la carcaza con una vista especialmente entrenada que sabe exactamente lo que busca. Si lo ve, habrá un cambio, casi imperceptible, en su rostro. De la mirada inquisidora pasará a los rasgos del deber cumplido. Algunos continuarán con la revisión en busca de más evidencia. Otros la interrumpen justo en ese  momento y emiten verbalmente acusación, juicio y sentencia.

Existen variantes, por supuesto, pero el mensaje siempre es el mismo. “la garantía no tiene validez porque ustedes le dieron un golpe”.

El discurso heredado de generación en generación sabe que una cosa es “tiene un golpe” o “le dieron” a secas que la formula completa de “ustedes le dieron”. En teoría —porque por suerte existe el derecho  al  pataleo— con esa afirmación el distribuidor o fabricante de turno queda automáticamente absuelto de cualquier responsabilidad en daños o fallos. En este caso el cliente no tiene la razón. Además, es torpe.

Hay golpes de golpes. Algunos parecen accidente de tránsito entre carro viejo y auto eléctrico con latas (o su equivalente el aparato de turno) sumidas, pintura completamente descascarada y agujeros reveladores. Son aquellos ante los cuales solo resta aceptar la evidencia y empezar a cotizar el arreglo.

Pero en el otro lado están los discutibles. Muy discutibles. Un leve roce que a duras penas afectó un poco la pintura. Una deformidad casi microscópica apenas visible a la vista y solo detectable por medio del tacto. Un daño menor en ese lugar donde, sin ser necesariamente un experto, el cliente sabe que no tiene ninguna relación con los problemas de funcionamiento.

Y ahí viene la metamorfosis. El personaje que días atrás nos vendió el aparato en medio de sonrisas, el encargado o encargada de servicio al cliente que nos recibió en plan de “vamos a solucionar su problema” se convierte en frío funcionario o funcionaria que recita detalles técnicos y legales gracias a los cuales el golpecito anula la garantía. Su único rastro de humanidad es, a veces, un “ de verdad lo siento mucho, pero así funciona”.

Entre más argumente el cliente, más impersonal se vuelve el representante de la firma. Lo más probable es que el asunto termine escalando ante algún nivel superior en la organización o ante autoridad competente. Pero eso es otra historia.

Aquí solo queríamos presentarles al cazador o cazadora de golpes, rayones e intermedias.

miércoles, 1 de enero de 2025

El mundo pregunta, Amilcaradas responde (4)



Y como estamos arrancando año e iniciando el proceso de recuperación de ferias y fiestas, menos verbo y al punto. Más preguntas y respuestas relativas a las Amilcaradas de este año y de otros.

Es decir que esta semana seguimos conjugando el verbo refritar. (tanto, que refrité esta oración del primer texto del 2024).

11. ¿Quién es ese misterioso y mágico personaje que esconde elementos claves de la vida diaria (llaves, billetera, gafas, teléfono…) en aquel momento preciso donde su ausencia genera más problemas?

  • Las abuelas hablaban de los duendes, los parapsicólogos evocan fuerzas misteriosas pero nosotros sabemos quién es el ocultador de objetos

12. ¿Una bicicleta, una bici y una cicla son lo mismo?

  • La cicla y la bici son bicicletas, pero una cicla no es lo mismo que una bici y viceversa. Tienen diferencias en el fondo, en la forma y lo más importante, en el usuario.

13. ¿Más allá del patrimonio, de las relaciones familiares o del reconocimiento legal, qué recibimos siempre de nuestros antepasados?

  • Esas mañas, manías, comportamientos singulares y demás que tuvieron los padres, los abuelos, los bisabuelos y que nosotros también tenemos, y algún día se activarán.

14. ¿Las actitudes inconscientes que hombres y mujeres asumen ante alguien que les atrae siempre se pueden calificar de coquetería?

15. ¿Cuándo el gringo (apelativo cariñoso) viene a Bogotá, cuáles son sus impresiones?

16. ¿Cuál es la peor pesadilla de alguien que pretende ser humorista, o por lo menos gracioso?

17.  ¿Para qué sirve el hijo menor en la familia con problemas financieros? 

  • Para evitar gastos innecesarios sin necesidad de que otras personas se enteren de la crisis económica del hogar respectivo.

18. ¿Qué es un candelero?

  • Una especie de guardián de la virtud (fácilmente sobornable, por cierto)  en tiempos donde, para los novios, el cine en pareja era entre tres.

19. ¿Dónde se encuentran el taichi chuan chino, el samoyedo ruso, el burn out gringo y el piso colombiano?

20. ¿Si yo soy Jaime Amílcar, quienes son Jose Amilcar y Jairo?

21. ¿Por qué hago esto?

  • Porque soy un escritor que aprovecha esta respuesta final para agradecer el tiempo dedicado por ustedes en el año que terminó ayer y anuncia su intención de seguir aportando este intento de brindar una pequeña alternativa contra el aburrimiento y hasta contra la angustia cotidiana.

Y a manera de final...

!Feliz añooooooo!