jueves, 24 de enero de 2008

Mi enemigo el control

Hubo una época en la que operar un televisor era eso. Tomar una perilla, girarla hasta oir un “click” y ya. Con esa misma se cuadraba el volumen. Había otra para los canales y una tercera para equilibrar el blanco y el negro.
Lo más traumático para cualquier televidente era el ataque de las líneas. A veces la imagen empezaba a verse como una tira de negativos pero en positivo. Otras, a las líneas les daba complejo de acordeón y se arrugaban como quien le jala al vallenato. “No problem”. Dos perillas adicionales, normalmente ubicadas detrás del aparato respectivo ponían la imagen en su sitio.
Añoramos esos tiempos sencillos. Hoy, el malo de la película se llama control remoto. Se supone que lo inventaron para facilitarle las cosas a la gente. Carreta. Nada más su presencia intimida. Botones por todos lados. Flechas, letreritos. Palabras raras. Menús que no dan comida. Iniciales incomprensibles. Decenas de botones contra cinco indefensos dedos.
Cualquier cabina de avión se le queda en pañales. Además, los pilotos pasan meses aprendiendo a manejar su avión. En cambio, se supone que el teleoperador debe enfrentarse al control con solo una lectura. La del manual de instrucciones. Sí, ese que nadie lee.
Para rematar, los diseñadores creen que el operador tiene vista de halcón y ojo de maestro pintor. Entonces lo pone a cuadrar colores. Como si estuviera mezclando pinturas. O tintes, o brillo, o lo que sea. Y como las flechas son multiusos, cada vez que quiere quitarle palidez a la protagonista de la novela, se le sube el volumen. Y cuando intenta que en los partidos la selección Colombia no sea verde y el pasto no se vea amarillo, borra un canal. Precisamente el que más le gusta.
Las palabras raras abundan. Que el “sharpness”. Que el “stadium efects”, que el “pip”, que el “ant”. Qué culpa tengo yo que solo quiero ver televisión. Así que pacientemente aprieto botones hasta que tengo una imagen, un canal y un volumen.
Es mi momento de triunfo.
Carreta, 10 minutos después, el maldito aparato se apaga solo.

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