Arranquemos con todo. Ha llegado el momento de meterle motor a las diferencias de género. Los hombres tienen carro. Lo usan para transportarse ellos, para transportar a otros y para despertar envidia entre su género y atracción en el otro. Punto. Las mujeres no tienen carro. Las mujeres tienen una cartera gigante con ruedas y motor.
Antes de detallar el contenido miremos la forma. Cuando uno se sube al carro de un hombre se sienta y se pone el cinturón. En el auto de una mujer cuando uno se va subir ella empieza a quitar cosas del asiento. Como el interesado en sentarse es uno, entonces, el que sigue quitando, y quitando, y quitando del sentadero es uno. Y después de despejar la silla hay que tener cuidado extremo porque en el piso puede existir otra tanda.
¿Y qué es lo que hay en el asiento y en el piso? De todo. El atuendo limpio para el gimnasio del día –incluye tenis, medias, lycra, esqueleto, botella de agua, toalla, gel, esponja– y los atuendos usados del resto de la semana. Las tres opciones de zapatos planos para caminar, y las cinco opciones de tacones para lucir elegante. La chaqueta de lana para el frío, la impermeable para la lluvia, y la combinada para el fenómeno de la niña. El paraguas grande que no cabe en la cartera y el paraguas pequeño que debía estar guardado en la cartera. La ropa de trabajo cuando aplica, y la ropa de emergencia para lo que cada conductora incluya en esta categoría.
La música en movimiento no es algo nuevo, y aseguran los que saben de tecnología que gracias a los formatos digitales su administración se simplifica. Pero en los medios de transporte con propietario femenino los CD y DVD son una comunidad que nace crece, se reproduce y nunca muere. Por eso hay discos en la guantera, las sillas, el portadocumentos, el tablero, el encendedor, al lado de la palanca de los cambios, en las bolsas de las sillas, encaletados en el tapizado y debajo de la silletería desde tiempos inmemoriales. Algunos tienen empaque, otros no, pero es una ley inmutable de la naturaleza que contenedor y contenido nunca coinciden. Eso sí, cuando la respectiva conductora quiere oír una canción específica, sin dudarlo un segundo mete la mano en la guantera, selecciona sin mirar un CD de sospechosa legalidad y ninguna marca visible, lo introduce al equipo y ahí está la melodía. ¿Cómo lo hizo? No pregunte.
La zona de alimentación también está distribuida a todo lo largo y ancho del espacio interior. Incluye maletines y recipientes individualizados para cada momento del día. Uno lleva las medias nueves, otro el almuerzo –con herméticos separados para cada porción– un tercero las onces y un cuarto algo para emergencias. Complementa el servicio de hidratación ya mencionado dentro del ajuar de gimnasia. Ahora, si la usuaria es madre gestante… esto es otra historia. Simplemente mencionemos que una cocina completa se queda corta ante la disponibilidad de dispositivos y nutrientes para atender cualquier requerimiento alimenticio del descendiente.
Los mencionados hasta ahora son residentes permanentes. Pero el automotor también tiene su población flotante. Un vestido que debe ir algún día a donde la modista a que lo ajusten, desde hace como ocho meses. Ese documento laboral o académico que no se entregó a tiempo, y cuyo descargue ya no es prioritario. Algunos implementos del hogar que requieren reparaciones menores que no tienen servicio a domicilio. El encargo que mamá le trajo a la tía desde Miami y la cosa vieja que existe para donársela al usuario perfecto. Un regalo de alguien cuyo destino es ser regalado de nuevo y otro que aún no tiene su futuro definido. Piezas que algún día entran al carro y algún día salen, la pregunta es cuando.
Y claro, son mujeres. La belleza es su esencia, la vanidad su pecado, la cartera su límite… antes. Ahora disponen del espacio para todo un arsenal de brocha, pincel, esponjitas, labial, polvera, espejo, cepillos, rubor, corrector de ojeras, lápiz delineador, brillo, bases, crema de manos, perfume, toallas húmedas, toallas secas, algodones desmaquillantes, jabón antibacterial, desodorante, crema desmaquilladora, laca, pintalabios, removedor, sombras cremosas, sombras líquidas, sombras en polvo y una pañoleta para sujetar el cabello mientras se realiza la sesión de embellecimiento. Y eso hay que complementarlo con las tijeras, el secador de pelo portátil, la plancha para alisar y, por si las dudas, una gafas oscuras grandes que oculten imperfecciones o protejan del sol.
Es costumbre –creo que no muy del gusto de las autoridades de tránsito- colgar del retrovisor interno algún elemento que va desde el recuerdo infantil del primer zapato de alguien –normalmente pariente cercano- hasta el utilitario pino aromatizante. Los retrovisores tienen capacidad limitada. Eso a ellas no les importa, prosiguen colgando peluches, muñecos, dados, relicarios, santos, llaveros, coronitas y un inacabable lista de eteceteras en cuanta saliente exista en el cada vez menos cómodo espacio interior, ahora asimilable a a una especie de miscelánea ambulante.
Y claro, no se puede cerrar este texto sin mencionar los grandes misterios. Un juguete semidestrozado en el vehículo de quien no tiene hijos conocidos; algún repuesto de electrodoméstico que a los ojos de cualquier observador desprevenido está capando caneca, el calendario completo del año 2006, ese enorme maletín que siempre está vacío, un adorno de Navidad –y estamos en julio-, la prótesis dental o de las otras e infinidad de papelitos con anotaciones cripticas como nombres incompletos de personas, productos de destinación incierta, precios aplicables a insumos anónimos, direcciones inexistentes o instrucciones tan indescifrables como “Pas x :) ”...
miércoles, 14 de diciembre de 2011
sábado, 10 de diciembre de 2011
El mejor ejemplo para no seguir
En algún momento de la historia, todos creían en el futuro de Su Tío. Pero algo pasó. Tomó una decisión errónea, se bajo la bragueta en el lugar equivocado o antes de tiempo, no desarrolló adecuadamente su potencial, se dejó llevar por malas influencias, aplazó hasta que el tiempo se le terminó. En fin. Opciones es lo que hubo. Lo cierto es que Su Tío dejó de ser la esperanza de la familia, pero pasó a ocupar un cargo igual o incluso más importante: el punto de referencia negativo.
Si no fuera por él, padres, madres, otros tíos, abuelos y demás figuras de autoridad carecerían de la expresión fundamental para terminar alegatos pedagógicos. Si él no existiera, no habría como señalar el ejemplo de lo que puede ser un futuro cuando no se atienden los consejos de los mayores. Para simplificar, su presencia posibilita que una sesión de cantaleta termine con la frase lapidaria. ¿O es que quiere terminar como Su Tío?
(Aclaración necesaria. Su Tío no es la Oveja Negra del clan. La Oveja negra es una desgracia por lo que hizo, pero se le reconoce que por lo menos hizo algo. En el caso de Su Tío...sigamos con el cuento)
Claro, la mención admite variantes de modo, lugar o circunstancia. Veamos. Está el efecto demostración. El interpelado está a punto de tomar una decisión que a él le parece razonable –cambiar de carrera, no estudiar, rechazar una buena oportunidad laboral-. Agotados todos los argumentos del interpelador viene una historia familiar. Los detalles varían, lo que nunca cambia es el principio y el final. Principio: “¿No ve lo que le pasó a Su Tío?” (ESPACIO LIBRE PARA DETALLES) Final: “¡No ve lo que le pasó a Su Tío!”
Aunque es un genérico, Su Tío tiene diferencias específicas. En materia de estado civil puede ser soltero –tirando a solterón fracasado- o casado –mantenido por su mujer o compartiendo con ella una pobreza de proporciones franciscanas. Separado,-a las malas- a punto de separarse -a las peores- o en unión libre, combinando todas las anteriores.
Cuando el estado civil implica pareja se da un fenómeno de extrapolación. Básicamente el rol de Su Tío de extiende a la prevención de decisiones equívocas de parejas. En ese caso, deja de ser Su Tío y se convierte en el Tipo Ese. Entonces se vuelve el objeto indirecto de esta modalidad expresiva: ¿Usted quiere terminar como (espacio libre para incluir la usuaria) amarrada al Tipo Ese toda la vida?
En el mundo laboral también tiene su espacio. El apelativo pasa del parentesco al apellido, normalmente en diminutivo. Para efectos ilustrativos, combinaremos las nominaciones y hablaremos de Sutíito. Como es tan difícil de pronunciar simplificamos: Suti. Si Suti tiene trabajo, es mal pago, muy por debajo de su calificación y experiencia y en condiciones que oscilan entre incómodas e indignas. A sus espaldas, en alguna conversación entre un inconforme laboral de esos que siempre aspiran a más y otra relativamente satisfecho la sentencia está planillada de antemano “Ah no, es que yo no voy a terminar como Don Suti.”
Pero volvamos al círculo familiar. El joven quiere optar una actividad laboral de esas que ofrecen satisfacciones morales, pero pocos ingresos. Sus opciones se mueven entre Filososfía y Letras, Bellas Artes, Antropología y Sociología. Ahí está el ejemplo: Su Tío, que a una edad por encima de las cuatro décadas, en el mejor de los casos no tiene nada, y en el peor sí tiene unas cuantas… deudas. Eso sí, ha estudiado mucho. “¡Y para qué le ha servido? Piénselo mijo, piénselo”.
El joven recién ingresado a la adolescencia está descubriendo demasiado rápido los placeres del mundo, el demonio la carne y el licor. Tiempo de evocaciones históricas: “Así era Su Tío, y mírelo ahora... ¿vale la pena?”
La cosa no siempre tiene que ser tan materialista. Su Tío puede tener toda la plata del mundo, pero una enfermedad previsible (“el era como usted, fumaba y fumaba y nunca hizo caso”), soledad crónica (“cuando tenía a la mujer de su vida prefirió seguir siendo un mujeriego como usted”), o una vocación frustrada (“usted no se imagina lo bueno que era Su Tío en esto”), suelen ser argumentos recurrentes.
Y a todas estas… Su Tío ¿que piensa?, ¿qué dice?, ¿qué hace? Intuye su condición, pero opta por un silencio cómplice. Sigue adelante con lo que hace, -o no hace-. Su razón de ser es mantener el statu-quo. Su círculo social y familiar nunca lo perderá de vista. Vivir lo que no deben vivir las generaciones posteriores lo ha elevado a un nivel casi mítico. Nadie quiere ser como él, pero todos siguen sus pasos.
Y lo mejor de todo va a ser el día en que finalmente se vaya, con todo su pasado glorioso y su presente gris a la que en su caso, pase los que pase, si debe ser mejor vida.
Solo será cuestión de tiempo para que alguien pronuncie la frase lapidaria.
“¡Cómo hace de falta Su Tío!
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jueves, 8 de diciembre de 2011
46 cosas que hago porque soy hombre
1. No pregunto direcciones.
2. Ese partido de fútbol es más importante que cualquier cosa.
3. Me creo dotado genéticamente para trabajos de electrónica, plomería y en general reparaciones locativas.
4. Yo manejo cuando voy con mi pareja, independientemente de quien sea el dueño del carro.
5. Para otros, solo cocino platos exóticos o aso carne.
6. No exteriorizo lo que siento.
7. Solo digo a un amigo cuanto lo estimo media garrafa después.
8. No me interesan los detalles, solo la esencia del chisme.
9. Puedo oír, asentir y hasta carraspear durante 30 minutos, sin escuchar una sola palabra de lo que dice mi pareja.
10. Si le digo algo bonito a una mujer que no sea abuela, madre, hija, esposa, hermana o cualquier otro grado similar de consanguinidad, una parte de mí piensa en sexo.
11. El caso anterior excluye, algunas veces, a mi pareja.
12. Invierto mi dinero extra –o el que debería financiar necesidades básicas– en herramientas y dispositivos electrónicos.
13. Si no echo por lo menos un madrazo al día me siento incompleto.
14. Veo telenovelas, pero no lo acepto.
15. No hablo de la apariencia física de otros hombres.
16. Por lo menos una vez en mi vida me he peleado a puños con alguien.
17. Tomo cerveza, así no me guste.
18. Nunca me meto en pelea de mujeres.
19. Quiero a mi mujer, pero mi mamá llegó primero.
20. No le abro el paraguas a una llovizna.
21. El examen de próstata es uno de mis temas tabú.
22. Si tengo frío, me aguanto; si tengo calor, me aguanto; si hace mucho viento, me aguanto. ¿Y si me preguntan? Estoy bien, gracias.
23. Pongo la plata, que ellas compren.
24. Olvido fechas importantes, a menos que sea un partido de fútbol.
25. Compro ropa en minutos.
26. Cuando tengo que permanecer en casa en horas laborales soy insoportable.
27. Como rápido y en silencio.
28. Voy al baño solo y limito la conversación con mis compañeros de orinada a monosílabos.
29. En reuniones de familia extendida armo parche con todos los esposos de mis cuñadas.
30. Destapo frascos.
31. Así sea con plata de ella, yo pago.
32. Las únicas decisiones que tomo relacionadas con decoración de interiores son presupuestales.
33. Realizo pocas labores domésticas, tal vez una sola, pero en ella soy obsesivo y perfeccionista a extremos insoportables.
34. Me gustan las sillas grandes.
35. Tengo por lo menos una prenda de vestir vieja, sucia y arrugada que periódicamente debo rescatar de la basura.
36. Odio la afeitada diaria, aunque cuando era adolescente soñaba con llegar a ella
37. Rezo, pero callado.
38. Canto, pero borracho.
39. Odio ir al médico y en lo posible, solo lo visito cuando me tienen que llevar.
40. Me gustan las cosas que hacen ruido, desde triquitraques hasta carros de motor grande.
41. Sudar es bueno
42. Oler feo en determinadas circunstancias es un orgullo.
43. El control remoto del televisor es míooooo.
44. Cambio de canal, y cambio de canal y cambio de canal... hasta volver al canal inicial, y cambiar de canal.
45. Cualquier color menos rosadito
46. Incluyo algunas rutinas de belleza en mi jornada diaria. Nadie lo sabe y no estoy dispuesto a reconocerlo en ninguna circunstancia.
2. Ese partido de fútbol es más importante que cualquier cosa.
3. Me creo dotado genéticamente para trabajos de electrónica, plomería y en general reparaciones locativas.
4. Yo manejo cuando voy con mi pareja, independientemente de quien sea el dueño del carro.
5. Para otros, solo cocino platos exóticos o aso carne.
6. No exteriorizo lo que siento.
7. Solo digo a un amigo cuanto lo estimo media garrafa después.
8. No me interesan los detalles, solo la esencia del chisme.
9. Puedo oír, asentir y hasta carraspear durante 30 minutos, sin escuchar una sola palabra de lo que dice mi pareja.
10. Si le digo algo bonito a una mujer que no sea abuela, madre, hija, esposa, hermana o cualquier otro grado similar de consanguinidad, una parte de mí piensa en sexo.
11. El caso anterior excluye, algunas veces, a mi pareja.
12. Invierto mi dinero extra –o el que debería financiar necesidades básicas– en herramientas y dispositivos electrónicos.
13. Si no echo por lo menos un madrazo al día me siento incompleto.
14. Veo telenovelas, pero no lo acepto.
15. No hablo de la apariencia física de otros hombres.
16. Por lo menos una vez en mi vida me he peleado a puños con alguien.
17. Tomo cerveza, así no me guste.
18. Nunca me meto en pelea de mujeres.
19. Quiero a mi mujer, pero mi mamá llegó primero.
20. No le abro el paraguas a una llovizna.
21. El examen de próstata es uno de mis temas tabú.
22. Si tengo frío, me aguanto; si tengo calor, me aguanto; si hace mucho viento, me aguanto. ¿Y si me preguntan? Estoy bien, gracias.
23. Pongo la plata, que ellas compren.
24. Olvido fechas importantes, a menos que sea un partido de fútbol.
25. Compro ropa en minutos.
26. Cuando tengo que permanecer en casa en horas laborales soy insoportable.
27. Como rápido y en silencio.
28. Voy al baño solo y limito la conversación con mis compañeros de orinada a monosílabos.
29. En reuniones de familia extendida armo parche con todos los esposos de mis cuñadas.
30. Destapo frascos.
31. Así sea con plata de ella, yo pago.
32. Las únicas decisiones que tomo relacionadas con decoración de interiores son presupuestales.
33. Realizo pocas labores domésticas, tal vez una sola, pero en ella soy obsesivo y perfeccionista a extremos insoportables.
34. Me gustan las sillas grandes.
35. Tengo por lo menos una prenda de vestir vieja, sucia y arrugada que periódicamente debo rescatar de la basura.
36. Odio la afeitada diaria, aunque cuando era adolescente soñaba con llegar a ella
37. Rezo, pero callado.
38. Canto, pero borracho.
39. Odio ir al médico y en lo posible, solo lo visito cuando me tienen que llevar.
40. Me gustan las cosas que hacen ruido, desde triquitraques hasta carros de motor grande.
41. Sudar es bueno
42. Oler feo en determinadas circunstancias es un orgullo.
43. El control remoto del televisor es míooooo.
44. Cambio de canal, y cambio de canal y cambio de canal... hasta volver al canal inicial, y cambiar de canal.
45. Cualquier color menos rosadito
46. Incluyo algunas rutinas de belleza en mi jornada diaria. Nadie lo sabe y no estoy dispuesto a reconocerlo en ninguna circunstancia.
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