lunes, 30 de enero de 2012

Un cuento de productividad laboral

No ha acabado de salir el Sol y Yépez ya va por la tercera emputada del día. La primera fue contra el despertador, la segunda contra esa cucaracha madrugadora que siempre se le escapa a su pantufla y la tercera contra el protagonista de alguna noticia radiodifundida. La señora Yepez, 32 años después de haber dicho el sí ante autoridad eclesiástica y civil, tiene oído selectivo para los berrinches conyugales. Así que ignora las rabietas lo que genera, como no, más rabietas.

El transporte entre casa y oficina aumenta en cinco la cosecha de berrinches, distribuidos entre semáforos inoportunos, conductores atarvanes, peatones imprudentes, vendedores atravesados y un Volkswagen fucsia. Al llegar al sitio de trabajo va tan envenenado que si escupe atraviesa la pared, y si se muerde la lengua mínimo se intoxica.

Y como todos los días, pasa por recepción sin saludar y se dirige al ascensor hasta el quinto piso. Mientras recorre el corredor donde cada colega vegeta en medio de la productividad, pasando por abogado, economista, contador e ingeniero, se encuentra con el cubículo de Auxiliar 1.

Auxiliar 1 está feliz. Siempre lo está. Yépez nunca ha podido entender de qué o por qué, pero ella parece vivir en un comercial de peluches. Sin excepción, cada vez que se cruzan intercambian las siguientes expresiones:

Auxiliar 1. ¿Como está doctor Yepez?

Yepez: Hmmmf.

Auxiliar 1. Yo estoy muy, pero muy bien.

Yepez : Ajá.

Así ha sido desde el día en que Auxiliar 1 llegó con su cara de ponqué a cumplir las funciones estipuladas en el Manual 8, Aparté 7, numerales del 6 al 29, versión actualizada.

Yépez se encierra en su cubículo, saca el portátil, abre la lista de pendientes, se emputa por lo que no alcanzó a hacer el día anterior y por lo que no alcanzará a hacer en este y empieza su jornada laboral, olvidándose de Auxiliar 1, de las cucaracha esquivas, de los conductores atarvanes, del volkswagen rosado (¿o era fucsia?) y de todo lo que no signifique sumarle puntos a los indicadores del mes.

Tres pisos más arriba, Gran Gerente mira el informe mensual y agradece tener a un tipo como Yépez pendiente de los asuntos correspondientes al Manual 2, apartes 8 y 9. Nadie es indispensable, dicen los cánones laborales, pero unos cuantos son necesarios. Y Yépez es de esos…

Cuando ha pasado un tiempo largo pero no tanto, el mismo Gran Gerente revisa preocupado el desempeño del Manual 2, Apartes 8 y 9. No es que sea malo, pero es que antes era sobresaliente. Tres pisos más abajo, el encargado, fiel a sus hábitos, ya va por los octava rabieta del día. Atraviesa el corredor hasta llegar su oficina, pero nuevamente tiene problemas para encarrilar la jornada diaria. Si se trata de indicadores, todos están por encima de las metas. Sin embargo, de un tiempo para acá algo pasa. Así que además de molestarse, -está bien, emputarse- por su caída en productividad, llega el momento para hacer un análisis causa raíz con el fin de aplicar las acciones correctivas pertinentes.

La vida personal no ha tenido cambios significativos, lo que descarta las motivaciones hogareñas. Las condiciones laborales tampoco. Es más, mejoraron. El espacio físico disponible se incrementó un poco debido a la eliminación del cargo de Auxiliar 1. Cuando ella renunció los expertos en eficiencia aprovecharon la coyuntura para eliminar algunas funciones y redistribuir entre personal ya contratado otras de las estipuladas en el Manual 8, Aparté 7, numerales del 6 al 29. Al fin y al cabo, no se trataba de nada que incidiera de manera directa en el core del negocio.

Yépez sigue evaluando su rendimiento a través de la metodología de los por qué. ¿Por qué bajaron mis indicadores? Porque bajó mi productividad. ¿Por qué bajo mi productividad? Por qué me está costando más trabajo iniciar la jornada diaria. ¿Por qué me está costando más trabajo? Porque vengo molesto y eso me impide concentrarme en el trabajo.

Punto muerto. La enfurecida diaria es para Yépez lo que el desayuno para el resto de los mortales. Un ritual. El problema no puede ser ese. Momento de tratar de fijar un límite temporal. Mano al gráfico. A ver la tendencia descendente comienza claramente en la fecha X ¿Que pasó en la fecha X?

Tarda un momento pero lo entiende. Va a emputarse, pero no puede. De hecho sonríe. Sonríe porque se da cuenta que nadie es indispensable, pero unos cuantos son necesarios. Sonríe porque ni el Gran gerente, ni la subgerencia de recursos humanos, ni el asesor externo en reingeniería empresarial, ni el coordinador de las actividades agrupadas en el Manual 8, ni siquiera él mismo de manera consciente sabía que lo mejor de ese trabajo era el díálogo diario con Auxiliar 1. Esas pocas palabras activaban un estímulo laboral poco convencional. Le recordaban que él no fue siempre un cascarrabias, y que tampoco tenía la obligación de seguirlo siendo.

miércoles, 25 de enero de 2012

Los seis amigos de la mujer moderna

Explico. Cuando digo mujeres me refiero a LAS mujeres. A las que están llenas de meritos académicos, destacan en el mundo laboral, equilibran inteligencia, pasión y belleza,  y les queda tiempo para ir de compras. Estas mujeres no necesitan un hombre. Necesitan seis.

Aclaro. No son necesariamente seis tipos. Son seis servicios que vienen en empaque masculino. Se pueden –y de hecho ocurre– integrar en menos sujetos. Y sin mayores ceremonias,  aquí se los presento.

Amigo por fuera, amiga por dentro
Nadie comprende mejor lo que ella vive, siente, sufre o goza. Nadie escucha con tanta paciencia en los momentos difíciles. Nadie supera esos conocimientos o asesorías en cocina, moda, belleza y decoración; a veces a nivel de meros consejos, otras en actividades compartidas. Pero lo mejor –aunque se comenta en voz baja– es que con él se puede llegar al más íntimo de los contactos físicos sin pasar a mayores, porque sus gustos (los de él) coinciden con los de ella. Hablamos, por supuesto, del amigo gay.

Figura paterna ideal
Es como el papá, pero corregido. Tiene suficiente edad para figurar en el registro civil, pero no cuida, no regaña, no enseña, no pide cuentas, no da ejemplo. Como el primer requisito es que no sea un viejo verde, tampoco hay riesgos. Y si se trata de un galán otoñal… se supone que él tiene la experiencia, así que él sabrá que hacer. Ya está más allá del bien y del mal, así que admite temas prohibidos sin escandalizarse o malinterpretar,  temas trascendentales sin aburrirse, temas laborales sin riesgo, temas familiares con discreción,  y temas intrascendentes sin pena. Y vaya si sabe escuchar. 

Una bailadita de vez en cuando
No es inteligente. Y lo demuestra. Todo el tiempo. Su conversación típica integra incoherencias, chistes perversos, piropos entre esotéricos y vulgares. No tiene carro, no tiene plata y vive con mami. Tal vez esté matriculado en alguna parte, pero de ahí a que estudie… Tal vez figure en nómina de alguna empresa, pero de ahí a que trabaje… Entonces, ¿Qué hace? Baila. Conoce todos los ritmos, y todos los pasos. En el ambiente propicio jamás conjuga el verbo sentarse. En un mundo de tiesos por genética, vocación o convencimiento, ella necesita un parejo que baile bien y mucho. Para eso existe.

Motor de emergencia
En un país de pico y placa y otras restricciones al libre uso de los vehículos ella necesita alternativas. Y un día aparece ese vecino, compañero, colega o amigo de rutas análogas. Lo que comienza como un favor ocasional en cualquiera de las dos vías trasciende hasta ritualizarse. Ese la lleva cuando ella tiene pico y placa, y pasa de conductor a pasajero cuando el del pico y placa es él. Y entre gasolina y kilometraje, pues de algo hay que hablar. Y entre chiste y charla llegan las confidencias. El pacto no está escrito en ninguna parte pero tiene la fuerza de los 10 mandamientos: lo que se dice en el carro, se queda en el carro.

El adoptado
A la hora de la comida, del desayuno y de las galguerías estaba allí. En las tardes estaba allí, en las noches estaba allí. Lo raro era que, se supone, no vivía allí. ¿Por qué? Porque era amigo del hermano, porque era el hijo interno del amigo del papá o por razones más complicadas como orfandad, hogares disfuncionales, ausencia simultánea de llaves y padres... Y terminó integrado en todos los programas como uno más de la familia pero sin deberes filiales, lo que lo convirtió en alcahueta oficial. Creció, armó su vida, se abrió, pero de vez en cuando reaparece.  Y con ese, siempre hay tema.

Usted sí es muuuyyyy guache
El tipo comenta, de manera directa y nada sutil, escotes, minifaldas y pantalones ajustados. Su diálogo promedio con el sexo opuesto incluye tres insultos y dos ironías. A veces porque le preguntan, otras de puro espontáneo, da consejos explícitos relativos a la vida íntima de la pareja con el máximo detalle posible. Es un guache. Pero a él, y solo a él e –insistimos– única y exclusivamente a él, se lo aguanta. De hecho, se pone a su nivel. Insulto contra insulto, comentario vulgar contra comentario vulgar, regaño contra chambonazo. Y entre madrazo y madrazo, todos felices.

viernes, 6 de enero de 2012

Una boda perfecta

La mamá de Patricia Jara Rocha, las tías de Patricia y en general todas las mujeres de la familia Jara y la familia Rocha querían que la boda de Patricia fuera perfecta. Aunque su opinión no interesa para nada, hay que anotar que Gerardo, el prometido, hubiera preferido hacer fila en una notaría y almorzar pollo asado. Pero, repetimos, su opinión no importa para nada. El sólo es el novio.

Para el día de arras todo estaba listo. El primo industrial iba a prestar su BMW, e incluso se había ofrecido como chofer. La novia tenía pensado salir de la casa de la abuela la cual, aunque ubicada en un barrio venido a menos, era imponente y señorial.

La iglesia iba a ser adornada con ramos de flores. Gerardo ya había alquilado el respectivo sacoleva. Seis hermanos que conformaban un conjunto de cuerdas darían la solemnidad necesaria tanto a la ceremonia como a la recepción posterior, programada en un salón social lo suficientemente vistoso.

Las nubes grises que impidieron ver la madrugada del día del himeneo fueron vistas por preocupación por la abuela, especializada, por su amplia experiencia maternal, en pensar siempre lo peor. Sin embargo, al ser absorbida por la rutina de preparar la ropa, peinar a la niña, dotarla de algo prestado, algo robado, algo nuevo y ponerle el complicado vestido de novia transcurrió la mañana.

Muy a las 11 de la mañana golpearon a la puerta. Llegaban puntuales el fotógrafo, el tipo del video, y el primo del BMW. Hasta el momento todo era perfecto, sino fuera por un comentario suelto del fotógrafo, “¿y se le tiraron la fachada, no mi señora?”

En efecto, la noche anterior, un ejército de grafiteros anónimos había llenado de letreros la pared frontal, la puerta, la parte de arriba de la puerta y todos los espacios posibles. Patricia, propensa a las lágrimas, empezó a hacer pucheros imaginando las fotos y el video de una novia apareciendo en medio de un mural político. Entre el camarógrafo y el fotógrafo lograron calmarla, asegurando que harían las tomas y las fotos de tal manera que no se viera el entorno.

Al final del ataque de histeria, el primo salió a encender su BMW. Un minuto después regresó con la respiración agitada. No había BMW. Se lo acababan de robar.

Los gritos lastimeros de Patricia, quien juraba a los cuatro vientos que ya no se iba a casar, obligaron a la familia a tomar medidas drásticas. Era el momento de llamar a Gerardo.

Gerardo estaba durmiendo la borrachera de la despedida de soltero que le habían hecho sus amigos. Por eso se demoró bastante en contestarle a la abuela, y mucho más en entender frases incoherentes sobre novia histérica, carro robado, y paredes pintadas.

Al colgar entró otra llamada. Era el director del sexteto musical contratado para la boda. Su padre estaba hospitalizado y no podían asistir. De repente, como un relámpago, Gerardo se concientizó de lo que ocurría. Se iba a casar en una hora. Estaba enguayabado. No estaba vestido, no tenía carro y no tenía músicos. Solo le quedaba pedir ayuda y llamó al único amigo con vehículo. Rojas. Este dijo claro y partió de inmediato a recoger a la novia mientras Gerardo encargaba a otro amigo, López, para que consiguiera músicos.

Patricia miró resignada el viejo “jeep” Willis de Rojas, que este utilizaba en su trabajo de veterinario. Recordó él, en ese momento, profético chiste de cambiar un BMW por un WVM (Willis vuelto m....) pero no había tiempo para buscar alternativas, así que trepó a la silla en la cual, de manera previsiva, Rojas había colocado un plástico. Colgados en la parte de atrás iban el fotógrafo y el camarógrafo.

Entretanto, en la iglesia, al lado de la pareja de reclinatorios frente al altar, y con una abundante presencia de invitados y curiosos, Gerardo atisbaba en busca de su prometida, y de los músicos de reemplazo. Ella apareció primero. En silencio empezó a recorrer el pasadizo limitado por bancas entre el atrio y el altar, silencio que fue únicamente roto por las notas imponentes de la marcha nupcial...a ritmo de mariachi.

Eso fue lo único que López pudo conseguir. Y hay que abonar la dignidad de Patricia al acercarse a su novio con el pon pon po pon del guitarrón marcándole el paso. Ya ni siquiera lloraba. Solo deseaba que esa pesadilla terminara pronto.

Cerca de los reclinatorios le pareció reconocer una vecina que no había sido invitada. Entonces recordó que, en cumplimiento del aguero, llevaba el velo sujeto con unas hebillas robadas del tocador de esa vecina, quien no iba a...

“¡Mis hebillas, esa vieja tiene mis hebillas!” fue el grito que resonó una vez en toda la iglesia seguida de un silencio sepulcral.

Un fin perfecto para la boda perfecta.

lunes, 2 de enero de 2012

Presentación en familia

Ella, Helena, era una mujer moderna. Profesional especializada, carro, un importante cargo en una multinacional. Había conocido al hombre de su vida. Y en su corazón de fin de siglo albergaba el mismo temor ancestral que en su momento tuvieron su madre, abuela, bisabuela, hermanas, primas, tías... ¿Por qué? Porque la prueba más dura para el amor de cualquier pareja iba a realizarse esa noche. Lo iba a presentar... ¡En familia!

Hemos pasado por la revolución sexual, el Sida, el divorcio, las relaciones casuales, el feminismo, la unión libre y la anticoncepción. Del protocolo que caracterizaba las relaciones de antaño apenas queda lo esencial. Pero tres cosas jamás terminan. Uno, la familia. Dos, la pareja. Tres, el momento del inaplazable encuentro.

El catálogo de excusas de Helena se había terminado, y Francisco quedó comprometido para una novena navideña. Llegó puntual, con una bolsa llena de buñuelos y una paila de natilla (él también tenía mamá) y empezó el calvario.

Después de las presentaciones de rigor, los primeros que lo agarraron fueron Tío Godo y Primo Mamerto, quienes tras recitar sendas proclamas ideológicas lo conminaron a tomar partido. Helena lo rescató antes de pronunciarse, pero fue arrebatado por Prima Filósofa, quien sólo para medir sus conocimientos le preguntó su opinión acerca del último libro de Habermas.

Francisco no tenía ni idea quien era Habermas (ni siquiera sabía si se pronunciaba así), de manera que dio gracias a Dios cuando Nerdo, el hermano menor de Helena, lo invitó a jugar en el Wii. Por primera vez se sentía en ambiente. Además era bueno para jugar... ¿Eso que es? Bueno, no podía ser tan difícil.

Tras perder ocho partidos seguidos por muenda, apareció Tío Borracho quien después de regañarlo por andar en cosas de niños, y contaminarle el aire con un tufo monumental le embutió cuatro aguardientes dobles seguidos. El mareo producido por el tufo (más efectivo que cualquier cantidad de alcohol) fue rápidamente solucionado por Tía Chismosa, quien le dio una aromática al tiempo que iniciaba su interrogatorio.

Quince minutos después, Tía Chismosa conocía todos los detalles de la vida de Francisco, desde su primer pañal hasta su último empleo. Treinta minutos después, la información se había repartido entre toda la concurrencia. Y la noche apenas empezaba,

Hasta el momento Francisco había sobrevivido a los encuentros con Tío Godo, Primo Mamerto, Prima Filósofa, Hermano Nerdo, Tío Borracho y Tía Chismosa.

A esta hora, se encuentra atrapado en un rincón por Primo Desempleado, que no pierde oportunidad para repartir hojas de vida. De ahí lo rescatan Hermana Grande y Cuñado Veterano - únicos que, por experiencia, entienden por lo que pasa su futuro pariente por afinidad -, cuando Tía Beata se pone brava y sentencia, a rezar la novena.

- ¿Y quien lee?, pregunta Primo Oportuno.

Todos los ojos presentes voltean hacia Francisco. En segundos se forman dos bandos. Los corteses, que consideran de importancia el ingreso simbólico a la familia mediante la lectura. Y los tradicionales, que creen que la lectura corresponde a los parientes consanguíneos.

Sobrino Patán - para suerte de Francisco - salva la patria con una pataleta y termina, - como siempre - leyéndola él, y haciendo lo que le da la gana. Terminado el rezo, los jóvenes bailan por iniciativa de Prima Rumbera, que abre pista con Francisco, después de decirle a Helena, “tranquila que ya se lo devuelvo”. Y se lo devuelve, mareado y adolorido después de darle más vueltas que a una licuadora.

Falta el punto más importante. La conversación con Padre Papá, y con Madre Mamá. Tía Chismosa ya les entregó una biografía detallada con declaración de renta incluida, así que, para rematar, no hay tema. Ambas partes saben que deben evitar cualquier posibilidad de polémica, luego está prohibido hablar de fútbol, política, religión, reinas de belleza, alcaldes, programas de televisión, libros, cocina, filosofía, gobierno, y una enorme lista de etcéteras. Así que la conversación es algo así como esto.

Padre Papá: Ha estado lloviendo mucho.
Francisco: Sí ...
Madre Mamá: Pero el sol siempre sale después del 20.
Francisco: Sí ...

Y cuando Helena y Francisco va llegando a la puerta la Abuela Matrona, que no ha dicho una palabra en toda la noche, incorpora al enamorado, mediante siete sencillas palabras, al servicio familiar obligatorio permanente.

- Lo esperamos un ratico en Año Nuevo