martes, 30 de junio de 2015

La importancia de la energía eléctrica en las relaciones padre-hijo


Este tipo no anda prevenido. Anda en un permanente estado de alerta que raya en la paranoia. Aplica cuanta medida de seguridad recomiendan los manuales y unas más de inspiración propia. Y… ¿quien lo culpa? Al fin y al cabo la ciudad puede ser agresiva, peligrosa y hasta letal. Pero hay cosas que solo le pasan a él…y su papá sigue bravo.

Más adelante volveremos con el segmento paternal de esta historia. Quien de ahora en adelante llamaremos TS, (tipo seguro) libra una batalla diaria contra la delincuencia urbana. Sus estrategias son sencillas pero efectivas.

Usa prendas antirrobo. No dispositivos de alta tecnología sino ropa que se ve vieja.  Arrugada. Desteñida. “Mareada”… incluso remendada. Todo ello gracias a sobredosis de desmanchador, estrujada sistemática y aguja e hilo en puntos estratégicos de camisas, pantalones y chaquetas nuevas. Sí. A TS le gusta estrenar.

Cuenta con un teléfono inteligente de vanguardia –escondido en un rincón–. Al trabajo o a cualquier lugar lleva una flecha marca tres gatos, que solo saca en lugares cerrados, preferiblemente con presencia de alguna autoridad .Y nunca suena. Vibra.

Ya comentamos que tiene la ciudad organizada en zonas y horarios. Sitios adonde se puede ir, adonde se debe ir, adonde solo se va en caso de urgencia y adonde no se va bajo ninguna circunstancia. Por ejemplo se puede ir al centro comercial de moda, de lunes a viernes de 10 a 4 de la tarde (fines de semana y horas pico = ¡Peligro, Peligro!).

Como el trabajo de TS maneja criterios de flexibilidad laboral y resultados por objetivos, permite autonomía en la administración de horarios. Y allí se reunió un  martes en la mañana el “parche” laboral. Freddy, con su celular último modelo siempre a la vista. Sonia y sus atrayentes pulseras y accesorios, Cristina con su tendencia a colgar la cartera en cualquier lado y olvidarse de ella. Carlos y su billetera recargada de tarjetas crédito, débito y efectivo. Silvia y sus costosas y ostentosas prendas.

El plan era jugar bolos. TS montó su operativo con celular tres gatos, billetera con el efectivo exacto en el bolsillo abotonado del pantalón y la vieja, desteñida y rota chaqueta de yin que su papá atesoraba como recuerdo de algún pasado medio hippie.

Así que cuando le llegó el turno de lanzar se quitó la chaqueta, la ubicó en punto visible, tomó la bola, la levantó, calculó, dio los tres pasos reglamentarios y… el mundo quedó a oscuras. (En un local que no recibe iluminación natural, si se va la energía no se ve nada entre el corte y el encendido automático de la planta.)

Se hizo la luz. Todo estaba en su sitio. El teléfono inteligente de Freddy. Los accesorios de Sonia. La cartera de Cristina. La billetera de Carlos. El costoso suéter de Silvia. La… La chaqueta del papá de TS no estaba. Era lo único que no estaba.

Ese día TS aprendió que no hay seguridad que valga cuando uno está predestinado a ser la víctima de turno.

¿Ya les dije que el papá sigue bravo?

jueves, 25 de junio de 2015

Atrapados en el zapping


Primero hay que decir que esto es cosa de hombres. Para expresarlo en términos matemáticos, la ecuación de cromosoma XY + control remoto + televisor = Zapping. Algún factor genético genera en el género masculino un deseo incontrolable de pasar canal tras canal. Lo curioso es que después de un tiempo empiezan a aparecer constantes. En toda sesión de zapeo (la RAE dice que se dice así) es inevitable encontrarse con…

- Un partido de fútbol donde Insúa recibe, la pierde o la pasa mientras narra una voz con acento argentino.
- Un investigador o investigadora de aspecto sexy mirando un pedazo de muerto o una pista por el microscopio.
- Chespirito en cualquiera de sus versiones.
- La mona esta cuyo nombre nunca recordamos pero salió en La Máscara.
- Un producto para consumir, ponerse o ejercitar que funciona.
- Will Smith haciendo algo chistoso.
- Un calvo que protagoniza algún tipo de reality.
- Un video de reguetón con mujeres voluptuosas, poca ropa, casas elegantes, carros último modelo y uno o varios cantantes moviendo las manos.
- Maradona.
- Harry Potter.
- Un grupo de tipos armados en un helicóptero.
- La mona esa que es uno de los ángeles de Charlie.
- Algún crimen espantoso de hace 20 años dramatizado en formato documental.
- Will Smith haciendo un papel serio.
- Una comedia vieja con risas pregrabadas.
- Un reality donde alguien joven y bonito habla de una estrambótica relación sentimental.
- Ese programa viejo que no veíamos desde nuestra infancia y al que ahora no le vemos la gracia.
- Gokú.
- Un tipo vestido de vaquero
- La mona esa que ya debe estar vieja pero sigue haciendo papeles de jovencita sexy.
- Will Smith y su hijo.
- Hitler en vivo o dramatizado.
- Un prom.
- Un médico real opinando sobre algo o promocionando algo o un médico de mentiras cuya capacidad de salvar vidas es directamente proporcional a su actividad amorosa.
- Bob Esponja.
- Dos mujeres insultándose con acento cubano en un talkshow.
- Un club de estriptis donde dos hombres ignoran a las chicas mientras hablan.
- Un desagradable documental médico.
- Un doloroso programa de videos caseros.
- Un cocinero de reality cuya vida se convirtió en tragedia porque la papa quedó muy blanda.
- Jurados de concurso de cantantes compungidos antes de eliminar a alguien.
- La mona esa que tiene un nombre como de hombre y un apellido latino y que actúa con tipos famosos. 

martes, 23 de junio de 2015

Encuentro inesperado en versión TIC


Juana Teresa y Pánfilo son dos jóvenes profesionales en fase precarro propio. Es decir que aún disfrutan del transporte público. Comparten, sin saberlo,  otra característica:  la facilidad para mentir en línea. Aclaremos: no son asuntos de Código Penal o acoso. Son  inexactitudes en modalidad espacio temporal (o sea, mentir desde el celular ante la pregunta de… ¿Dónde está?).

Juana Teresa desarrolló su destreza como un mecanismo de defensa ante una bien intencionada pero sobreprotectora madre. Mientras,  la impuntualidad patológica de Pánfilo evolucionó de forma paralela a las TIC. Así que vía voz primero, luego por mensaje de texto y en tiempos más recientes a punta de “guasap” el interlocutor de turno recibe un esperanzador “voy  llegando”, mientras él o ella apenas se levantan. Treinta minutos después un extraño accidente –narrado en línea- justifica la demora.

Sobra decir que los dos protagonistas son expertos en aquello de desactivar el GPS de sus dispositivos y que, como marionetas de un destino inexorable, se conocieron en un bar. Entre baile y trago la pareja se fue aislando dentro de su propia historia. Y como ambos eran jóvenes y sin compromiso, una cosa llevó a otra. Cuando los dos taxis dejaron el motel de forma simultánea, se supone que era el final.

Pero el metabolismo de Juana comenzó a actuar de manera inusual. Cierto asunto de mujeres se retrasó por primera vez en la vida, la actividad diaria se sentía más pesada y algunos alimentos empezaron a devolverse por donde habían ingresado.

Antes de verificar si las consecuencias del encuentro de pareja eran bautizables, había que hablar. Como ciertas cosas suenan mejor personalmente, acordaron una cita. Cita para la cual ambos iban tarde. Aunque su “guasap” reflejara una situación muy diferente

Él. (En la oficina) “Me voy a demorar porque hay un trancón enorme”.
Ella. (Reposando en una silla) “Y por acá como que hubo un accidente”
Él: (Saliendo de la oficina)  Dame otros 10 minutos y nos vemos.
Ella: (Todavía en la silla) Ojalá este bus se mueva.
Ella: (Antes de salir de la oficina) Espérame por favor, estoy a punto de llegar.
Él: (En ruta al paradero donde tomaría el transporte) Sí claro, ya llegué.
Él: (En el paradero esperando el bus). No encuentro el restaurante. ¿Cómo se llama?
Ella: (Camino al paradero) Si quieres dime exactamente dónde estás y yo te busco.
Él. (En la fila para subir al bus) Sí claro, avísame cuando llegues y te marco.
Ella. (En la fila para el bus) Me faltan como dos cuadras.
Él. (Sentándose para iniciar trayecto) Podemos otro sitio, veo muchas alternativas.
Ella: (Sentándose para iniciar trayecto) Me gusta, me acabo de bajar y ya te llamo.
Ella y él casi a un tiempo: Entonces márcame cuan…

Porque fue entonces cuando levantaron la mirada y se dieron cuenta que compartían silla en un bus, a 20 cuadras del sitio donde ambos “estaban”.

Epílogo: Juana estaba cansada por sobredosis de trabajo y el estrés se reflejó en su metabolismo. Se supone que ambos deberían haber aprendido una lección, pero el incidente del bus y el “guasap” terminó en una relación. De hecho se van a casar.

Si es que llegan...


jueves, 18 de junio de 2015

Profesión, saboteador de fotos


Emilio tiene 45 años, es ingeniero con maestría y candidato a doctorado. Desde pequeño se interesó por las ciencias exactas, la matemática, y la investigación. Su experiencia profesional incluye empresas privadas y públicas en Colombia y el extranjero. Hoy es un consultor independiente altamente cotizado. Sin embargo, su currículum vitae no incluye la más notoria de sus habilidades, ratificada casi a diario en múltiples escenarios. Nadie como él para tirarse las fotos de grupo.

En tiempos donde cada reunión de dos o más está condenada a su ración de selfie, instagram, facebook y twitter,  tipos como Emilio posan varias veces al día para la posteridad en ambientes sociales, académicos e industriales. Pero él es el tipo que, exactamente durante la fracción de segundo en que se activa el disparador, está mal sentado, mal parado, mal ubicado, distraído... o en alguna de las siguientes acciones.

- Cierra los ojos.

- Entrecierra los ojos cual borracho en grado tres o superior.

- Mira para otro lado cuando la foto es posada.

- Mira la cámara cuando la foto es espontánea.

- Chatea en una reunión donde todos los demás atienden juiciosamente.

-  Tiene ese botón suelto, esa cremallera desubicada, ese cuello medio torcido, esa corbata mal anudada que contrasta con la elegancia de todos los demás.

- En casos extremos, no solo carece de elegancia, sino que revela intimidades como el color de los pantaloncillos o la reciente depilación de pecho.

- Pasa justo cuando están tomado una foto con la que él no tiene nada que ver  y de alguna forma queda como centro de la misma.

- En escenarios donde todo el mundo debe callar, aparece conversando animadamente.

- En grupos de trabajo donde todos deben intervenir, se le ve callado y ausente.

- Las manos tienden a estar agarrando la escasa cabellera que sobrevive en la parte de atrás, brillando la tremenda frente que ha ido creciendo con los años o en zonas de esas que sirven para sentarse, reproducirse y –como se ve en la foto- rascarse.

- No importa lo festivo o alegre del evento, pone cara de bravo

- No importa lo solemne o triste de la ocasión (incluye funerales), sale sonriendo o riendo.

- No importa nada, él siempre tuerce la boca, (o la jeta, como gráficamente lo describen sus amigos).


martes, 16 de junio de 2015

Lucrecia la venenosa


La cafetería-restaurante ubicada a pocos metros del almacén de telas donde él trabaja es territorio vedado para Honorio. Por decisión de sus dueños no puede disfrutar de la sazón del medio día, el café nocturno, o las pandeyucas recién salidas del horno.

Y todo por Lucrecia. Ella y María son las vendedoras del almacén, Blanca es la cajera-administradora y Honorio el “muchacho oficios varios”.

Pero lo importante de Lucrecia es “ESE NOVIO”. Aunque nadie conocía sus facciones, era omnipresente. A razón de 4 a 5 veces por día estaba allí. En la llorada de la mañana, la llorada de después de almuerzo, la conversación dramática vía celular del descanso y, muy de vez en cuando, la exhibición ostentosa de alguna pieza de fantasía barata con la que se conjugaba el verbo reconciliar antes de la siguiente pelea.

Uno de los varios oficios que atendía Honorio era el departamento de mandados. En la  tarde, le hizo un pequeño favor a Lucrecia. Anotemos que ese día “ESE NOVIO” estaba haciendo horas extras. Lucrecia llegó con ojos enrojecidos, cada 20 minutos se metía al baño con cara de tragedia y salía con cara de desastre y a la hora del descanso mañanero su conversación vía celular fue una sucesión de reclamos y sollozos.

Con todo el mensajero no le vio problema al mandado hasta que Blanca le preguntó. “Es que Lucrecia me encargó un veneno para ratones”… Como en ese momento la nombrada atendía un cliente, no vio la cara de susto en sus dos compañeras de almacén. Tampoco escuchó el regaño a dos voces contra Honorio de “¡Cómo se le ocurre!”, “¡Quítele eso antes de que pase alguna desgracia!”.

La desgracia ya había ocurrido, pero no incluía el consumo de veneno. Este había quedado en la parte baja del mostrador, invisible para los clientes, pero bajo control visual del resto del personal. La desgracia era que la situación entre “EL NOVIO ESE” y Lucrecia empeoraba a cada hora, hasta que llegó el momento de cerrar.

Honorio hizo su ronda final dentro del almacén y comprobó con tranquilidad que el veneno seguía en su lugar… un momento, el paquete estaba abierto y faltaba una pastilla.  El joven cerró el local  –otro de sus oficios-. En la distancia Lucrecia se encontró con un hombre y entraron a la cafetería. A través de la vitrina se veían dos cafés servidos. El hombre se distrajo, ella le echó algo en el café…

La versión del dueño del negocio incluye un grito desgarrador, (¡No se lo tomeeeee!) y alguien entrando como loco hasta la mesa 4 donde empujó al cliente y lo arrojó al suelo junto con pocillo, cuchara, silla y mesa. Dentro de la evidencia del ataque en el piso también quedó una cajita de azúcar para diabéticos. La que Lucrecia había utilizado para endulzar el café de su hermano.

El tipo loco –Honorio, por supuesto- quedó vetado hasta pagar los daños. Y como recordatorio del heroico malentendido en la parte inferior del mostrador del almacén de telas hay un paquete con raticida. En medio del despelote, Lucrecia olvidó consultar a su compañero de mesa si era ese el que necesitaban para la plaga en  la bodega.

¿Y qué pasó con “ESE NOVIO”? Sigue por ahí.