Este tipo no anda prevenido. Anda en un
permanente estado de alerta que raya en la paranoia. Aplica cuanta medida de
seguridad recomiendan los manuales y unas más de inspiración propia. Y… ¿quien
lo culpa? Al fin y al cabo la ciudad puede ser agresiva, peligrosa y hasta
letal. Pero hay cosas que solo le pasan a él…y su papá sigue bravo.
Más adelante volveremos con el segmento
paternal de esta historia. Quien de ahora en adelante llamaremos TS, (tipo
seguro) libra una batalla diaria contra la delincuencia urbana. Sus estrategias
son sencillas pero efectivas.
Usa prendas antirrobo. No dispositivos de alta
tecnología sino ropa que se ve vieja. Arrugada.
Desteñida. “Mareada”… incluso remendada. Todo ello gracias a sobredosis de
desmanchador, estrujada sistemática y aguja e hilo en puntos estratégicos de
camisas, pantalones y chaquetas nuevas. Sí. A TS le gusta estrenar.
Cuenta con un teléfono inteligente de vanguardia
–escondido en un rincón–. Al trabajo o a cualquier lugar lleva una flecha marca
tres gatos, que solo saca en lugares cerrados, preferiblemente con presencia de
alguna autoridad .Y nunca suena. Vibra.
Ya comentamos que tiene la ciudad organizada
en zonas y horarios. Sitios adonde se puede ir, adonde se debe ir, adonde solo
se va en caso de urgencia y adonde no se va bajo ninguna circunstancia. Por
ejemplo se puede ir al centro comercial de moda, de lunes a viernes de 10 a 4
de la tarde (fines de semana y horas pico = ¡Peligro, Peligro!).
Como el trabajo de TS maneja criterios de
flexibilidad laboral y resultados por objetivos, permite autonomía en la
administración de horarios. Y allí se reunió un
martes en la mañana el “parche” laboral. Freddy, con su celular último
modelo siempre a la vista. Sonia y sus atrayentes pulseras y accesorios,
Cristina con su tendencia a colgar la cartera en cualquier lado y olvidarse de
ella. Carlos y su billetera recargada de tarjetas crédito, débito y efectivo.
Silvia y sus costosas y ostentosas prendas.
El plan era jugar bolos. TS montó su operativo
con celular tres gatos, billetera con el efectivo exacto en el bolsillo
abotonado del pantalón y la vieja, desteñida y rota chaqueta de yin que su papá
atesoraba como recuerdo de algún pasado medio hippie.
Así que cuando le llegó el turno de lanzar se
quitó la chaqueta, la ubicó en punto visible, tomó la bola, la levantó,
calculó, dio los tres pasos reglamentarios y… el mundo quedó a oscuras. (En un
local que no recibe iluminación natural, si se va la energía no se ve nada entre
el corte y el encendido automático de la planta.)
Se hizo la luz. Todo estaba en su sitio. El teléfono
inteligente de Freddy. Los accesorios de Sonia. La cartera de Cristina. La
billetera de Carlos. El costoso suéter de Silvia. La… La chaqueta del papá de
TS no estaba. Era lo único que no estaba.
Ese día TS aprendió que no hay seguridad que
valga cuando uno está predestinado a ser la víctima de turno.
¿Ya les dije que el papá sigue bravo?
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