jueves, 9 de junio de 2016

Gestión de riesgos


Si quiere caminamos.  O vamos  en carro, pero en bicicleta  no. Es que eso es muy peligroso. No, en serio. La cosa fue que hace como un par de años me insistieron tanto en que comprara la  bici (¿o la cicla?) que decidí cogerle la caña a mis hijos. Además porque me dijeron que era solo para los fines de semana. Y que Bogotá era plano. Alguna vez, el médico me había recomendado lo mismo. Combinado con dos o tres rondas de gimnasio semanales.

Bueno, yo hago spinning martes y jueves. Clave para eso de la salud. Porque  usted sabe que yo me preocupo mucho por mi salud. Sí, conozco el apodo. Pero diccionario en mano le puedo demostrar que no soy Hipo.  Hipocondríaco. Yo no me invento enfermedades que no tengo. Yo las prevengo. Eso es distinto.

Cuando yo aprendí a montar en bicicleta tuve unas cuantas caídas. Igual que todos, supongo. Así que si quería volver a pedalear por las calles tocaba garantizar la seguridad. De manera que me documenté y actué en consecuencia.

Primero la bicicleta. Anatómica. Sobre medidas. Con sistema de amortiguación para proteger los riñones. Ensayé  siete sillines diferente hasta dar con el que era más ergonómico, donde el cuatro letras quedaba mejor ubicado y con el mullido adecuado. Luego los EPP. Los elementos de protección personal, acuérdese. Uno aprende cosas en los cursos de HSEQ. Como que no sabe, la sigla en inglés de salud, seguridad, medio ambiente y calidad. Donde uno aprende cosas como que el autocuidado trasciende el ámbito laboral y que hay que usar EPP.

Primero el casco. Con normas  ISO, como no. Bueno, claro que a mí me tocó verificar, normas en manos, porque ninguno de los negocios a donde fui sabía lo qué era eso. Y las rodilleras, coderas y hombreras. Y el peto. Y la máscara filtro. Y los guantes. Y las gafas de seguridad. Y los reflectivos para garantizar la visibilidad. Y el pito.

Le acepto que sentí que me miraban un poco raro con mi pinta de robocop, más apta para pista de ciclocross que para vía recreativa. Tras el calentamiento previo y estiramiento muscular, inicié mi primer recorrido. Sí, sudé un poco. Más bien como mucho. Ese dia en particular al Sol le dio por salir y metido en toda esa parafernalia el calor se sentía un poquito. Okey, okey, casi me aso.

Una rápida revisión me permitió escoger de cual EPP podía prescindir. La  máscara. Diseñada para filtrar el monóxido de carbono. Aunque por supuesto el aire de ciudad tenía algún rasgo de CO2, en domingo, en vía cerrada a carros, la incidencia era mínima. Además, me incomodaba un poco para respirar. Bueno, casi que me ahogaba.  Así que me quité la máscara y empecé a disfrutar del pedaleo.

Aire en la cara, bonito paisaje, buen equilibrio, sensación de relajamiento y libertad. Le reconozco que se sentía bien y parecía racionalmente seguro. Hasta que un peligro casi imposible de controlar me atacó. Ya le dije que la mascara impide respirar bien y aunque lo intento, no puedo mantener la boca cerrada todo el tiempo. Y por eso ya no  pedaleo por  la calle. Es peligroso.  En serio.

¿Qué cuál fue el problema? La maldita mosca que apareció de  ninguna parte y me  tragué en menos de medio segundo. Es mas, creo que todavía no he podido sacarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario