Las noticias llegan de diversas partes del mundo. Decisiones
locales por medio de las cuales eso de
echar piropos pasa de práctica cotidiana a delito. O contravención, si se trata
de meterle precisión jurídica al tema. El asunto es que elogiar el aspecto
físico de otro puede terminar en multa y hasta en cárcel.
El argumento de quienes promueven las iniciativas es que se
trata de una agresión. Y algunos
comentarios callejeros que parecen un diagnóstico de gineco-obstetricia en términos para
nada científicos confirman esta visión. Pero también existen los que involucran
contextos como botánica (flores), cromatismo oftalmológico (color de ojos),
analogías varias y relaciones forzadas entre el color blanco y los ángeles
caídos.
Cuando un piropo se basa en la cruda descripción de alguna
parte del cuerpo y sus posibles usos, los calificativos de agresivo,
censurable, insultante y ofensivo le calzan a la perfección (al piropo). Y cuando se trata
de una descripción poética que enfatiza la belleza de un rostro… también, por
lo menos para algunas personas.
Ese es el problema. El ingrediente subjetivo. Siempre existe
la posibilidad de que la más inocente de las expresiones resulte ofensiva o
intimidante para alguien. Por eso –más allá de lo que diga la ley– la lógica
invita a abstenerse, o por lo menos aplicar la siguiente lista de verificación
antes de destacar verbalmente el aspecto físico de alguien.
Y nos hemos demorado en decir que si bien en teoría aquí no
hay diferencia de género, la verdad es que las principales víctimas de los
piropos inadecuados son ellas, razón por la cual el sujeto receptor pasa a ser,
a partir de este momento, la sujeta.
1.- Jamás, nunca, never,
piropee a una desconocida, o a alguien que acaba de conocer.
2.- Mantenga la distancia dentro de un margen mínimo de seguridad
que haga imposible el contacto físico. Barreras artificiales como pared de
cubículo, escritorio o máquina fileteadora son un valor agregado.
3.- Antes de hacer el respectivo comentario, solicite de la
destinataria una aprobación –escrita– de una lista de palabras. Dicha
aprobación debe certificar que los términos no implican propuestas inadecuadas
y de las otras, afirmaciones políticamente incorrectas, invasión de la
privacidad, mensajes disonantes y discriminación con motivo de género.
4.- Asegúrese de que haya testigos, cámaras o grabadoras para
garantizar evidencia cierta durante el
inevitable proceso judicial, administrativo y fiscal.
5.- Disponga de un traductor simultáneo que debe activarse de
acuerdo con la cara de la receptora. En caso de que esta insinúe el más mínimo
sentimiento de disgusto o consternación ante el piropo, el traductor deberá
explicar, palabra por palabra, la connotación, objetivos y significado de las
mismas.
6.- Asegúrese de que su lenguaje no verbal sea completamente
aséptico. Es decir que el movimiento del resto de su cuerpo y la expresión de
su cara expresen lo que expresarían al pagar un recibo de servicios públicos,
al comprar un repuesto de plomería o al amarrarse los cordones de los zapatos.
7.- Si pese a todas las advertencias y observaciones anteriores,
usted considera inevitable mencionar como la sonrisa de esa vecina que ve todos
los días en el ascensor alegra su día puede hacerlo, siempre y cuando cumpla
con la siguiente condición: ni ella, ni nadie, debe enterarse de que usted dijo
eso… jamás.
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