miércoles, 4 de octubre de 2023

Inteligencia artificial vs torpeza natural



Todos los días aparece alguna historia terrorífica de inteligencia artificial (IA). De esas que meten miedo. Que nos van a suplantar. Que nos van a mostrar sin ropa (qué pena con el personal). Que nos van a dejar sin trabajo. Que las máquinas van a dominar el mundo. Que los artefactos tendrán voluntad propia.

¿Tendrán? Tienen. Y hace rato. Por lo menos los teléfonos inteligentes. Esos dispositivos de múltiple utilidad periódicamente actúan de acuerdo con su deseo y motivación individual. 

¿Qué no? Hagamos memoria. Está esa persona que nos llama periódicamente. Y cuando le contestamos cuelga. Y cuando nos comunicamos asegura que nunca nos llamó. Pero culpa al aparato. Sospechamos acoso hasta que nos pasa a nosotros. Empezamos a encontrar llamadas realizadas que no recordamos. Tal vez porque guardamos el teléfono en el bolsillo sin bloquearlo. O porque le dimos alguna instrucción sin darnos cuenta. Eso queremos creer.

Y eso cuando no existía la mensajería instantánea. Porque al surgir la que hoy es la alternativa preferencial de comunicación los fenómenos paranormales en pantalla portátil se multiplicaron. Mensajes sin ninguna coherencia que aparecen en los grupos, generalmente borrados minutos después y ocasionalmente justificados con un “me equivoqué de grupo”. Audios donde no se oye nada o se escuchan sonidos que una sobredosis de creatividad puede asimilar a un celular guardado. Y, nuevamente, audiollamadas o videollamadas que nadie recuerda haber hecho.

Sigamos. Todos los celulares tienen alguna función que presta un servicio de gran utilidad. Todos, menos el mío. No importa si es barato, caro, grande, pequeño, clásico (léase viejo),  o último modelo. Explico. Me refiero a esa aplicación que se puso de moda y que el resto de la humanidad disfruta. Sí, esa aplicación que a mí, y al parecer solo a mí, no me sirve. Curiosamente, es la aplicación que yo necesito. Preferiblemente de urgencia. Preferiblemente ya.

Peor todavía. Existe otra. Yo sé que funcionó porque alguna vez la utilicé. Exitosamente. Un día la necesito de nuevo. Para consultar un archivo. Para aquello que fue creada. Para mostrársela a un conocido y ponderar su utilidad. Y ahí es cuando, sencillamente, no aparece. No aparece la aplicación, no aparecen los archivos y en cambio encuentro esa otra app que venía con el celular, que a mí no me sirve para nada pero que siempre se materializa cuando estoy buscando cualquier cosa menos eso.

Los lectores recordarán o tendrán historias similares. Ahora vamos por la explicación. Se llaman —o los llaman, mejor— teléfonos inteligentes. Pues era en serio. Esa es la verdadera amenaza de la inteligencia artificial. Aparatos que no hacen lo que sus dueños aspiran, sino lo que el libre albedrío les dicta. 

Skynet (el malo de las películas de robots asesinos que viajan al pasado). La Matrix (el igualmente malo de las películas de mundos artificiales creados por máquinas). El software basado en inteligencia artificial que escribe poemas, redacta noticias, le hace los trabajos a los estudiantes vagos y amenaza con arrasar con múltiples empleos. ¿Esos son los peligros de la inteligencia artificial?

Negativo. El peligro es ese aparato que usted lleva en el bolsillo. Ese que de vez en cuando hace lo que se le da la gana. A menos que el culpable sea (seamos, dice la tarjeta) el sujeto o sujeta que lo manipula.

En ese caso no es un problema de inteligencia artificial.

Es pura torpeza natural.

2 comentarios:

  1. Tiene toda la razón nosotros nos encargamos de darle el poder al celular

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  2. Y por eso me tocó responder desde un computador.

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