(Sinopsis. Ruperto, un tipo honrado, entra a un almacen y se echa un jugo en el bolsillo con la intención de pagarlo a la salida. Un escandalosa dama lo intercepta y lo acusa de tratar de robar. Él explica, ella no escucha y grita “¡Vigilanteees!”.)
En cuestión de segundos el inocente comprador de jugos se vio rodeado por un eficaz operativo. Un contingente de celadores atacó simultaneamente por diferentes pasillos. En segunda línea las vendedoras dejaron a sus clientes y corrieron a la escena del crimen. Abandonados momentáneamente, una tercera línea de mirones y compradores olvidaron sus intenciones iniciales y pasaron a ser testigos del hecho.
La vieja esa (nominación con la cual de aquí en adelante Ruperto denominará a su intelocutora) continuó su perorata pletórica de sindicaciones hasta que uno de los vigilantes hizo la pregunta obvia. ¿Qué pasó?
La ventana de racionalidad le dio un espacio a Ruperto, quien explicó su posición. A estas alturas se había convertido en el centro de atención del negocio y aunque una parte de sí simplemente rogaba que se lo tragara la tierra, otra clamaba por una reivindicación pública de su honra.
Pese a que la vieja esa seguía en actitud agresiva, una improvisada mesa de negociaciones determinó el siguiente tratado de paz. Ruperto concluiría su compra debidamente supervisado por el personal de seguridad.
Así que una guardia de tres celadores (retaguardia, flanco izquierdo y flanco derecha) lo acompañó a la sección de papelería, donde escogió la cinta pegante.
Luego el mismo contingente lo entregó sano y salvó en caja, donde pagó, momento adecuado para un acto de dignidad encaminado a dejar constancia de su honradez y rectitud frente a acusaciones injustas.
Así que destapó su jugo y...
“¿Y ahora qué hago?” preguntó una voz en su interior.
La lista de opciones incluía arrojar el jugo al piso; tirárselo en la cabeza a la vieja esa, quien permanecía cerca en postura vigilante; tomárselo frente a todos en actitud desafiante; exigir la presencia del administradores, dueños y accionistas; improvisar un discurso sobre atención y respeto al cliente; llamar a la Policía... y hasta alguna bobada inútil como insultar al celador y a la cajera, que nada tenían que ver.
Por cierto eso fue lo que hizo. Lo abandonó (el jugo) sobre el mesón acompañado de un expresión similar a “sirvanse disponer de este alimento como lo consideren más conveniente”, aunque sonó más bien a “hagan con este ?)(/$/(&(&% jugo lo que les dé la ?)(/$/(& gana?
Salió henchido de dignidad y rabia hacia el parqueadero donde estaba su carro. Mientras retornaba a su casa la sintió.
Primero una sensación de calor en el cuello, que poco a poco se enfocó en la garganta convirtiéndose en sensación de sequedad.
Tenía sed.
creo que fue en carrefour hayuelos a alguien que conozco que le pasó eso o no?
ResponderEliminarcreo que fue en carrefour hayuelos a alguien que conozco que le pasó eso o no?
ResponderEliminarEn realidad fue en el Tìa de Fontibòn
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