martes, 14 de marzo de 2017

El tipo de la señal

Gervasio es un lector de esos que llaman voraz. Además tiene una singular habilidad, que es la de poder concentrarse en su libro en medio de cualquier ambiente, no importa lo ruidoso que sea. Pero no nació con esa destreza. La desarrolló. Esta es su historia.

Toca remontarnos a la infancia del caballero. El asunto es que cuando alguien en su casa escuchaba radio, sobre todo FM, solía tener problemas con la calidad del sonido, problemas que se solucionaban mágicamente para luego reaparecer.

Hasta que el abuelo estableció la relación causa-efecto. El viejo tenía un radio de tubos más viejo que él, cuya antena era un cable que se sujetaba a una puntilla en el techo. Y aunque el aparato sonaba como un cañón –y de hecho todavía lo hace- era como un cañón con gripa que periódicamente tenía sus momentos de nitidez.

¿Cuándo? Cuando Gervasio entraba al cuarto y se ubicaba ahí. Ahí era ese punto específico de la habitación que nunca se supo con exactitud dónde era, pero el asunto es que si él estaba ahí, el radio sonaba así, pero si se movía de ahí, el radio sonaba asa.

Gervasio estaba en esa edad donde todo era juego, y ese juego era divertido. Llegar y buscar ese punto –que podía ser abajo, arriba, al lado- en el cual las ondas hertzianas se purificaban en automático.

Pero el juego pasó a tarea cuando papá se apareció en casa con el primer televisor de antena portátil. Ya no era necesario hacer maromas cuadrando la antena en el techo, sino que el aparato tenía un sencillo captador de señal graduable sobre su estructura. Con lo cual las maromas no se hacían en el techo sino en el cuarto.

Y empezó el ritual de giro izquierda derecha, abra las patas –de la antena– cierre las patas, mueva el aparato y cuando todo parecía perdido Gervasio que entra al cuarto y…magia, imagen perfecta. Gervasio se aleja… imagen kaput, rayas y fantasmas atacan sin compasión.

Y sí la situación era aburridora para el por aquel entonces preadolescente, eso no era lo peor. Lo peor era que había múltiples lugares donde Gervasio podía ubicarse para mejorar la señal, pero ninguno, óigase bien, ninguno, le permitía ver la pantalla de frente.

En su capacidad de transmisor de ondas incidía la posición. Es decir que si por alguna razón quedaba de frente al televisor, este solo funcionaba cuando Gervasio le daba la espalda.

Durante un tiempo el tipo intentó fórmulas alternativas como contorsiones, el reflejo de la ventana o un espejo ubicado estratégicamente. Hasta ese día en el que, mientras su familia disfrutaba de esa telenovela que a él no le interesaba tomó una revista. De las revistas pasó a los periódicos, de los periódicos a los libros y hoy solo ve televisión muy excepcionalmente. Su contacto con el mundo es a través de la lectura. Donde sea.

 Aunque pasan cosas raras con el wi-fi cuando el hombre anda por ahí.

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