miércoles, 31 de enero de 2024

Crónica anacrónica de un milagro de Navidad

Las relaciones entre Gaspar y su abuela paterna se deterioraron con el paso de los meses y los años, hasta limitarse a saludos protocolarios en las impajaritables reuniones familiares. Tal vez no se hubiera notado tanto si no fuera por el Niño Dios. Específicamente, por el Niño Dios que Gaspar personificó en novenas, fotos, videos, iglesias y obras de teatro cuando el aspecto, tamaño y edad ajustaban envidiablemente en el papel. Porque el barrigón alopésico de hoy fue, alguna vez, mono, bonito y angelical.

Si deportistas y artistas cuentan con manager, Gaspar tenía abuela. La señora contaba con una red en el circuito religioso local digna de envidia arzobispal. Vivía enterada de todas las representaciones navideñas con protagonistas de carne y hueso. Esto le permitió poner (literalmente) en múltiples pesebres a su nieto.

Pero la gente crece. El nene, por tierno que fuera, ya no clasificaba para Niño Dios. Aún así, la anciana y el nieto fueron mucho tiempo compinches en las fiestas familiares. El deterioro comenzó en la adolescencia del muchacho, cuando sus intereses a la hora de celebrar eran cada vez más lejanos de los de la matriarca.

A esas alturas se tomaba uno que otro vino a escondidas y al llegar a la mayoría de edad  —un poco antes, siendo honestos— institucionalizó el consumo etílico, cada vez más exagerado, en encuentros familiares de fin de año. Su comportamiento, escandaloso y medio libertino, le quitó puntos frente a su antigua manager. 

A medida que crecía, las cosas empeoraban. Llevaba la novia de turno a las reuniones, quien inevitablemente era víctima de miradas despreciativas de la abuela —y hasta de algún comentario envenenado—. Como nunca fue un gran estudiante coronó bachillerato a duras penas —eso tampoco ayudó— y tras ejercer como inútil un par de años optó por dedicarse a los negocios.

Voluntad tenía. Habilidad, no tanto. En los 90 vio una oportunidad cuando Colombia clasificó al Mundial de Estados Unidos. La abuela, para quien el fútbol era un poco de bobos en pantaloncillos corriendo detrás de una bola le advirtió que eso iba a terminar mal. La ignoró y compró mil pelucas del Pibe Valderrama. Aún no ha podido desenhuesarse de todas. A principio del siglo XXI le apostó buena parte de su capital a una pirámide. Nuevamente la abuela dijo que no era buena idea. Consejo ignorado y platica perdida. 

Hacia el 2015 se dejó convencer de un amigo para invertir en un “infalible” negocio de pasteles de carne enpanelados, cuyo sabor resultó peor a como suena. Sin probarlos, la abuela pronosticó, acertadamente, que esa porquería nadie se la iba a comer.  Así que en su última aventura Gaspar decidió ir a la fija. Consiguió plata prestada para meterle billete a unas bodegas grandes, bonitas, amplias y totalmente aisladas, porque su único acceso era un camino geológicamente inestable que rodó cerro abajo con el primer aguacero.

Gaspar ya era un tipo con esposa, hijos y obligaciones varias. Disparó sin éxito hacia todos lados sin obtener financiación, refinanciación, limosna o lo que fuera para poder abonarle algo a sus deudores. Esta vez, la física calle era lo que se veía como panorama inmediato para él y su familia.

En medio de la crisis, un día de julio tuvo que ir a donde la abuela. Esta lo recibió con el mismo tono seco, casi malgeniado, con el que lo trataba hace años. Sin ninguna ceremonia tomó un paquete recién envuelto y se lo entregó con 8 palabras. “Su papá me contó. Tome, esto es suyo”. 

Esto era plata. Suficiente para pagar deudas. Totalmente sorprendido, de la boca de Gaspar salió un “Abuelita, esto es un milagro”.

“No ¿Usted cree que todo eso de Niño Dios era gratis? No señor. Sus papas no sabían pero yo sí. Guardé la plata porque supe que algún día la iba a necesitar. No para negocios chimbos, sino para una urgencia de verdad. Antes de ser un viejo medio calvo y feo, usted era mono y bonito. Y como ve, sirvió para algo”.


Pregunta al margen con alguna relación

¿Cómo se reconoce a un millenial (o posterior) en su relación con algún aparato portátil que utilice electricidad?

Por la cara de susto, sorpresa y desprecio al fracasar en su intento de recargarlo en vez de cambiarle las pilas.

Detalles aquí. 


miércoles, 24 de enero de 2024

Amor encaja



El prontuario erótico afectivo de Guillermo el Conquistador incluye diversos escenarios con interpretaciones erróneas de ventas, de logística y de proselitismo religioso, entre otros. Han sido malos entendidos que le pueden pasar a cualquiera y, lo más importante, tienen un componente de lecciones aprendidas. Por eso la inusual conversación con la encargada de la caja 3 en el supermercado de cadena, en principio, no implicó nada especial para nuestro sujeto. Es importante decir que él no era cliente habitual, sino que pasó por ahí de regreso a su hogar y aprovechó para adquirir algunos pendientes.

Solo al llegar a casa cayó en cuenta de que normalmente no hay tanto intercambio verbal a la hora de pagar. Primero, las cuatro ocasiones en las que suministró su número de cédula mientras ella intentaba sumar la compra al programa de fidelización. Segundo, la solicitud expresa de identificar todas las verduras adquiridas. La conversación incluyó rábanos, brócoli, jengibre y perejil. Y una sonrisa perenne. La de ella.

Como no se trataba de hacer compras innecesarias, aplazó su retorno a ese supermercado hasta cuando realmente debía surtirse. Ignoró detalles como que el negocio quedaba a 10 cuadras de su casa y que podía adquirir lo mismo en locales ubicados por la cuadra donde vivía, incluso a mejores precios.

Recorrió pasillos, escogió productos y se dispuso a pagar. Había tres cajas. Dos cuya fila avanzaba rápido y una donde se movía lentamente. La 3. Guillermo dio otra vuelta adicional y encontró… la misma situación. Después de tres vueltas adicionales le tocó acudir a otro punto de pago. Aunque estaba casi seguro de que la cajera (no quien lo atendió, sino la que sabemos) lo miró y, como no, le sonrió.

El tercer intento se dio a los pocos días, cuando Guillermo consideró necesario surtirse anticipadamente de productos de aseo. Nuevo viaje. Esta vez Viviana (nombre escrito en el gafete) solo tenía un cliente en la fila, de esos que combinan medios de pago —efectivo, bonos—. El proceso implicó la presencia —varias veces— de una supervisora para desbloquear caja y explicar procedimientos a la cajera. Veinte minutos pasaron antes de que Viviana atendiera a Guillermo. Con esa sonrisa que se mantuvo todo el tiempo, incluso cuando la caja volvió a bloquearse. No preguntó una sino varias veces los datos rutinarios, como cuando alguien quiere prolongar artificialmente una conversación.  Hubo hasta una risita que sonó y se vio sincera. 

Guillermo quiso ser racional. Tras sesuda evaluación, concluyó que había una posibilidad. Pero no la forzó. Solo “recordó” que era bueno surtirse de café así tuviera una bolsa sin abrir y volvió al supermercado en busca de Viviana. No estaba. Tampoco estuvo dos días después. Ni al día siguiente. En ese momento el sujeto dejó de ser razonable. En servicio al cliente preguntó, tratando de parecer despreocupado, por Viviana, la cajera que atendía el punto tres.  Aunque no sabía qué reacción esperar, la respuesta lo dejó desconcertado... — Con mucho gusto señor, un momento llamo al gerente”. 

A los pocos minutos apareció el administrador del punto de venta. — Estamos avergonzados. Haremos todo lo posible por solucionar su problema. Cuénteme qué le pasó.

En algún lugar entre incómodo y sorprendido Guillermo apenas alcanzó a susurrar algo así como “pues yooo”. antes de que el gerente retomara.

— Tranquilo. Aquí el cliente es primero y reconocemos nuestros errores. Nos equivocamos con esa contratación. Confundía los números,  nunca se pudo aprender los nombres de las frutas y verduras, cada rato desconfiguraba el sistema de la caja y armó un poco de líos con tarjetas y bonos que apenas estamos desenredando. La verdad, lo único que esa mujer hacía bien era sonreír mientras atendía.

Pregunta al margen con alguna relación

¿Cómo son las instalaciones de servicio al cliente?

Amplias, cómodas, cercanas y con múltiples opciones de atención, cuando son para vender. Incómodas, estrechas, con horarios restringidos y en puntos lejanos cuando son para “atender” reclamos.

Detalles aquí. 

miércoles, 17 de enero de 2024

Luces en la montaña


El sujeto terminó encartado por pura casualidad. Sin tener ninguna vela en ese entierro lo cogieron cortico. Dijo que no, que no estaba ocupado. Entonces lo acorralaron con ...necesito un "favorcito". Parecía fácil. Solo era recibir un apartamento y guardar las llaves hasta que el titular, atrapado en las congestiones de transporte de una temporada alta, pudiera llegar y recibirlas. Aunque pensó en sacar el que sabemos, realmente le debía unas cuantas al interlocutor. Además tenía el tiempo. Puso una cara de resignación que nadie vio —en especial quien estaba al otro lado del teléfono—  y se autorreclutó para la tarea.

El servicio empezó a sumar puntos negativos con la localización del inmueble. Era un edificio en el punto más alto posible, producto de la urbanización desaforada que asciende por los cerros que rodean la ciudad. Gran vista y aire puro para los residentes. Para nuestro sujeto, una larga y agotadora caminata en subida por un sector donde calles y carreras serpentean como laberintos entre los recovecos de la montaña.

El hombre llegó al piedemonte urbano e inició su escalada por calzadas cada vez más inclinadas. Mientras subía cayó en cuenta de que recibir apartamentos incluye verificar la luz, lo cual requiere bombillo. Y él no llevaba bombillo. Y que mientras pensaba en eso había subido otras cinco cuadras. Abajo, en el “llano”, había almacenes de cadenas y ferreterías, pero eso implicaba bajar —fácil—  y volver a subir —muy difícil— .

Dos manzanas más arriba concluyó que, pese a ser un sector plagado de edificios, en algún lugar los residentes debían surtirse de lo básico. Apareció. Esa antigua casa donde una vieja vitrina exhibía comida chatarra, productos de aseo y demás surtido típico de lo que los expertos denominan canal tradicional y los demás llamamos tienda.

Lo que no se veía eran bombillos. Don Carlos, el tendero de turno, le confirmó que, tres cuadras más arriba, don Justino sí ofrecía esos productos. Lo cual Justino reconfirmó invitando a nuestro sujeto a volver, porque justo acababa de vender el último disponible. Claro que al lado del edificio nuevo (más arriba) había locales donde seguro conseguiría lo que buscaba.  

En cierta forma Justino tuvo razón. El edificio nuevo era, precisamente, aquel donde iban a entregar el apartamento. Y si el sujeto hubiera buscado queso, papel de regalo, bocadillo, cinta pegante, minutos todo destino, papel higiénico, gaseosa, puntillas, curitas u otros productos de miscelánea todo hubiera sido perfecto. Pero de bombillos, nada.

Más allá del edificio nuevo y los locales solo había cerro. Resignado, nuestro sujeto bajó (literalmente) a buscar la luz. En descenso, por supuesto, rindió más, y pudo esbozar rutas alternas para simplificar el segundo ascenso. Ya en terreno plano llegó a un supermercado donde, tras vagar 15 minutos por los pasillos, finalmente encontró los bombillos, en una columna medio escondida entre los insecticidas y los desechables.

Con el producto en la mano, se lanzó de nuevo a conquistar la cima. Aprovechando lo aprendido durante el descenso, caminó seguro de sí mismo, siempre hacia arriba. Y hacia arriba, y hacia arriba hasta llegar a una calle cerrada. El celador de turno le explicó que para alcanzar su meta tenía que bajar tres cuadras y volver a subir más o menos cuatro. A estas alturas (en todo sentido), la descripción del sujeto incluía respiración entrecortada, ropa sudada, dolor en las piernas y voz interior que recordaba constantemente que si estaba en esas era por su propia decisión.

Ultimo esfuerzo. Casi rodando descendió y casi arrastrándose volvió a subir hasta coronar la meta. El encargado de la entrega esperó pacientemente los 20 minutos hasta que el encargado de recibir medio se recuperó y luego ambos subieron al apartamento… amoblado y totalmente surtido. 

Surtido que incluía, por supuesto, todos los bombillos debidamente instalados y ensayados.

Pregunta al margen con alguna relación

¿Qué es lo peor de los jóvenes ciclistas urbanos?

La detestable, incivilizada, antiestética y vulgar costumbre de mostrarle los pantaloncillos al pobre e indefenso sujeto que está detrás de ellos.

Detalles aquí

miércoles, 10 de enero de 2024

Colegios de último minuto



...Y cuando el día y hora del parcial decisivo se acercan peligrosamente, el alumno de turno pretende hacer en pocas horas lo que no hizo en todo el año, en todo el semestre, en todo el bimestre. Entonces se le ve con una montaña de fotocopias de los cuadernos de quienes sí tomaban apuntes y sí leían, en medio de una maratónica jornada de estudio cuyo resultado solo se sabrá después de la respectiva prueba.

Es un fenómeno sin fronteras físicas ni temporales. Pasaba, pasa y seguirá pasando, más allá de las advertencias escritas, exhortaciones verbales, consejos fallidos y discursos de padres, maestros, hermanos mayores, amigos, compañeros, educadores, pedagogos y metodólogos. 

No solo es de ocurrencia permanente. Ha trascendido. Y no me refiero a la tendencia nacional de dejar todo para el último minuto.

Volvamos al colegio. En otras épocas, los padres o acudientes básicamente dejaban al niño o niña en la puerta, iban cada dos meses por las notas y, si no ocurría nada extraordinario, un día lo acompañaban al grado, se tomaban la foto y almorzaban en sitio fino. 

Hoy la educación es un proceso de formación pedagógico, profesional, holístico e integral donde meten mano profesores, directivos, psicólogos, padres, madres, padrastros, madrastras, abuelos, tíos, grupos de whats app, orientadores e instructores, entre muchos otros. Después de años de trabajo en equipo todos se encuentran en la ceremonia de grado, se toman un montón de fotos y la familia almuerza en sitio fino.

Pero desde hace un tiempo no solo toca demostrarle al colegio si el educando cumplió los requisitos. Hay que hacer lo mismo con el Estado. Los potenciales bachilleres hacen un trámite y se presentan en el sitio asignado con su lápiz # 2, tajalápiz y borrador a evidenciar todo lo que aprendieron en esos 11 años o más de pupitre. Son los exámenes de Estado. 

Les han cambiado el nombre, los criterios, los alcances y la metodología varias veces pero el espíritu es el mismo. No solo evalúan al estudiante sino a la entidad. Periódicamente, de acuerdo con los resultados, salen listas de mejores y peores colegios. Como nadie quiere estar en el fondo del escalafón, las cifras negativas son el indicador para revisar procesos desde el principio y mejorar mediante un proyecto a largo plazo.

O también se puede intentar enseñar en días eso que no se enseñó bien durante años. En una versión menos confusa, aunque a uno lo prepararon 11 años para algo, en pocas semanas lo preparan de nuevo. Lo que se supone es un repaso, se siente como una terapia de choque donde al del pupitre le embuten conocimientos a lo bestia, sobre todo aquellos que serán evaluados por los exámenes de Estado.

Alguien malpensado podría decir que si eso no es un reconocimiento de parte de los colegios de que toda su estrategia pedagógica en el largo plazo es un fracaso (por no decir que una estafa) se le parece bastante.  Eso sí, la idea no es nueva. En épocas lejanas se ofrecían servicios similares, de manera voluntaria y, normalmente, por instituciones ajenas a la entidad educativa. Ahora, en cambio se volvió parte del currículo de los últimos grados con horarios extraordinarios y, a veces, costos adicionales para padres o acudientes.

Y aunque nadie ha reclamado la paternidad de la metodología, es claro de donde vino la inspiración.

De esos alumnos vagos que pasan la noche anterior al examen intentando aprender en horas lo que no estudiaron  durante todo el año, todo el semestre, todo el bimestre...

Pregunta al margen con alguna relación

¿Donde está la diferencia entre ingreso y rechazo en la entrevista para acceder a la universidad?

En mencionar al Leonardo correcto. Detalles aquí.

miércoles, 3 de enero de 2024

El mundo pregunta, Amilcaradas responde (y 2)



((Viene de la primera parte))

Continúa nuestra campaña cultural de preguntas y respuestas que a lo largo de los años, (con énfasis en el que acaba de pasar) hemos intentado resolver por cuenta de las Amilcaradas.

Es decir que esta semana seguimos conjugando el verbo refritar.

11. ¿Qué puede salir mal en las grandes propuestas románticas?

12. ¿Qué es aquello que cualquier empleado debe hacer, aunque no figura en ningún manual de funciones, reglamento de trabajo, contrato o legislación laboral?

  • Caso a lo que diga el jefe…, perdón, el líder.

13. ¿Qué resulta de comparar un velorio y una boda?

  • 20 diferencias las cuales demuestran que, por lo menos en uno de los casos (y no en el que parecería obvio) el hecho de ser el centro de la ceremonia no significa ser quien lo pasa mejor. 

14. ¿Existe alguna tecnología digital que no sea competitiva frente a su equivalente análogo o manual?

15. ¿Por qué la Liga de Campeones, la Liga de la UEFA, la Copa Libertadores, la Copa Conmebol o el Mundial no son el mejor fútbol del mundo?

16. ¿A qué sabe la independencia al dejar la casa paterna?

17. Estadísticamente, ¿cuál ha sido el tema de Amilcaradas más exitoso de todos los tiempos?

  • Uno teóricamente aburridor, donde su protagonista es el personaje más monótono, gris e inameno que haya concebido la especie humana.. Y lo de la estadística es verdad.

18. ¿Cuál es el mayor desafío en la rutina diaria de los oficinistas de ciudad?

  • Ponerse de acuerdo sobre el sitio donde van a almorzar.

19. ¿Cuál es el mayor temor derivado de los avances tecnológicos?

20. ¿Cómo se deben hacer las modificaciones al uniforme de trabajo?

  • De forma dictatorial, sin consultar opiniones para evitar una batalla campal entre el azul, el blanco y el azul con rayas blancas.

21. ¿Cuál es la mejor forma de reflejar productividad en la oficina?

  • Mirar fijamente la pantalla del PC o del portátil de espaldas a la pared o a la ventana mientras se golpea frenéticamente el teclado, se mueve el mouse con experticia  y se toman o revisan  notas… aunque en realidad estamos viendo un video, mirando fotos familiares, chateando pendejadas con los amigos o escribiendo algo como esto, con lo que solo aspiramos a seguir aportando los 4 minutos semanales de sonrisas al personal.
Gracias por el tiempo dedicado en el 2023 y por acá los espero, siempre los miércoles, en el 2024.